Iba de camino al gimnasio esta tarde, había anochecido y comenzaba a lloviznar, cuando me llama mi madre y me dice que una vecina- una chica joven con una niña de tres años que llevaba una vida perfectamente normal y sin complicaciones en el barrio- se acaba de tirar desde un quinto piso a la calle.
Termino de hablar con mi madre. Llego al gimnasio. Estoy haciendo un poco de ejercicio en la elíptica cuando entra otra mujer, una chica también joven, treinta y tantos, que conozco de vista y padece una grave enfermedad neuromuscular que le impide casi moverse.
Bien, pues esta chica recorre ella sola- conduciéndose con una excepcional dificultad, casi arrastrándose, ya que el aparato locomotor apenas le responde- todo el camino hacia una bicicleta. Se sube a ella, tarda cerca de dos minutos en hacerlo... y pedalea.
Y después hace el mismo trayecto hacia una máquina de remo.
Y en ese momento me siento poderosamente conmovido por esa silenciosa lucha.
No juzgo las razones particulares de cada persona a la hora de optar entre apearse o seguir avanzando. No quiero hacerlo. Sería demasiado cómodo.
Pero un pensamiento calculador me pasa por la cabeza acerca de la cantidad de soledad, tristezas y desilusión... o de esas ganas de vivir, sacrificio y capacidad de lucha que cabe dentro de las personas para tomar en un determinado momento de sus vidas una u otra dirección... el duro camino de la ventana o el de la fatigosa batalla por subirse a una simple bicicleta.
Y entonces me dije a mí mismo, allí, sudando, subido en la dichosa elíptica, que cuando llegase a casa escribiría una entrada en esta humilde bitácora y se la dedicaría a ambas.
Y a ellas se la dedico.
Saludos de Jim.
Termino de hablar con mi madre. Llego al gimnasio. Estoy haciendo un poco de ejercicio en la elíptica cuando entra otra mujer, una chica también joven, treinta y tantos, que conozco de vista y padece una grave enfermedad neuromuscular que le impide casi moverse.
Bien, pues esta chica recorre ella sola- conduciéndose con una excepcional dificultad, casi arrastrándose, ya que el aparato locomotor apenas le responde- todo el camino hacia una bicicleta. Se sube a ella, tarda cerca de dos minutos en hacerlo... y pedalea.
Y después hace el mismo trayecto hacia una máquina de remo.
Y en ese momento me siento poderosamente conmovido por esa silenciosa lucha.
No juzgo las razones particulares de cada persona a la hora de optar entre apearse o seguir avanzando. No quiero hacerlo. Sería demasiado cómodo.
Pero un pensamiento calculador me pasa por la cabeza acerca de la cantidad de soledad, tristezas y desilusión... o de esas ganas de vivir, sacrificio y capacidad de lucha que cabe dentro de las personas para tomar en un determinado momento de sus vidas una u otra dirección... el duro camino de la ventana o el de la fatigosa batalla por subirse a una simple bicicleta.
Y entonces me dije a mí mismo, allí, sudando, subido en la dichosa elíptica, que cuando llegase a casa escribiría una entrada en esta humilde bitácora y se la dedicaría a ambas.
Y a ellas se la dedico.
Saludos de Jim.
5 comentarios:
Chapeau, querido Jim! tan buenas son unas como otras las razones que tiene cada uno para ser y actuar como quiera, ¿ quiénes somos los demás, imperfectos mortales, para creernos con derecho a juzgar a nadie? Mi admiración hacia quien supera las dificultades que se le plantean pese a la adversidad, y mi tristeza y reflexión hacia aquellos que no hemos podido salvar de su propia desesperación ni de sí mismos.
Si no somos nah, no somos nadie, como decía Sean Penn en "El asesinato de Richard Nixon", un simple granito de arena en una playa inmensa e infinita, y a veces ni eso!
Gran homenaje que le has dedicado a tus dos paisanas...
Saludos.
La elección de morir, tendiendo la posibilidad de vivir...... Elegir tu muerte o dejar que la muerte elija por ti. La diferencia está en como y cuando.
Bonito texto Jim. Yo sigo en la elíptica !!
Salud(os)
Pues.... yo sentí algo parecido a eso el día que hice esto.
http://www.youtube.com/watch?v=G7ve6iBSzkA
Cuando lo repita en Coruña te aviso.
Tenemos que aprender a entender que cada derrota que sufrimos en la vida es un nuevo punto de partida.
Una nueva posibilidad de cambio.
Saludos de Jim.
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