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jueves, 26 de julio de 2012

MARY AND MAX: TERMÓMETRO RECTAL PARA FELINOS

   
   Mary es una niña australiana de ocho años que no tiene amigos y cuyo mayor y único placer se limita a ver dibujos animados en casa mientras toma leche condensada a cucharadas.
   Su padre es taxidermista-diseca animales muertos en el garaje- y su madre cleptómana y demasiado aficionada al jerez.

   Max es un neoyorkino solitario que padece obesidad mórbida y vive preso de constantes ataques de ansiedad y de una total incapacidad para relacionarse adecuadamente con el mundo que le rodea(le trastorna enormemente que la gente tire colillas, latas, papeles y ensucie la calle... y en una ocasión le regala a una chica que le gusta un termómetro rectal para felinos)
   Max padece el Síndrome de Asperger(carencia de empatía, obsesiones compulsivas, aislamiento, mutismo...), ha patentado unos perritos calientes con chocolate y tiene peces a los que siempre llama Henry y que mueren, por lo general, en extrañas circunstancias.

   Mary y Max no saben ni siquiera que el otro existe, pero un día Mary coge al azar una dirección de una guía de teléfonos y escribe una carta contando quién es ella y las cosas que le gustan. Y la acompaña con una tableta de chocolate australiana. La carta le llega a Max, éste le responde y comienza así entre ambos una relación epistolar que durará décadas. Ahora, de repente, ya tiene, cada uno de ellos, un amigo a quien contarle sus desvelos, pasiones, manías, esperanzas, obsesiones, etcétera.


   "Mary and Max" es una película de animación construída mediante la técnica claymation( o sea, plastimación=parada de imagen+plastilina) del año 2009 dirigida por el australiano Adam Elliot. Una obra sobre la aceptación y la amistad, sobre la soledad y la incomprensión. Hay algo en "Mary and Max" que conmueve: el certero tratamiento de los personajes; la precisa definición de sus naturalezas más íntimas; la radiografía exacta de las pequeñas y mínimas cosas(costumbres, fobias, alegrías, manías...) cotidianas que nos convierten en ese trama confusa de hilos desmadejados -a veces demasiado simples, otras enormemente complejos- que denominamos seres humanos. 
   Frágiles, pero también tenaces e infatigables. Esta nuestra imperfección, dice Max, es lo que nos lleva a querernos unos a otros:

 «Las vidas de todos, son como una larga acera. Algunas están pavimentadas. Otras, como la mía, tiene grietas, cáscaras de plátano y colillas. Tu acera es cómo la mía pero probablemente con menos grietas. Ojalá algún día nuestra aceras se encuentren y podamos compartir una lata de leche condensada»(Max a Mary)

   Saber que  la historia de Mary y Max está basada en hechos reales y en una relación ca(s)usal de amistad que tuvo lugar en los años 70 entre una niña australiana y un neoyorkino también ayuda a que las emociones afloren al visionar a estos seres de plastilina paseando sus sentimientos por la pantalla. 

   Así que consigan la película de marras, apaguen la luz de la lámpara Orgel(imitación más que descarada de la mítica Akari japonesa) de Ikea, siéntense en el sofá con su cuchara y su lata de leche condensada y prepárense a disfrutar de la pequeña gran historia de cómo Mary y Max aprendieron a aceptarse a sí mismos y, en consecuencia, a prepararse para poder de paso querer a los demás.
   
   Saludos de Jim.


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