Miquel Fuster es un dibujante que trabajó para la editorial Bruguera en los años 70 y 80, en aquellos maravillosos libros de la línea "Selecciones Ilustradas", con los que todos hemos disfrutado alguna vez de infantes, y que por determinados accidentes de la existencia( se le quemó la casa en la que vivía, depresión por una ruptura amorosa, posterior adicción al alcohol...) acabó viviendo en la calle durante 15 años.
Hoy tiene ya 65 años y acaba de escribir y dibujar una novela gráfica relatando su experiencia y las crueles peripecias de la gente sin techo que malvive en las aceras de nuestros calles, duerme en los cajeros automáticos y además de soportar el frío y la soledad tienen que aguantar nuestras miradas de desprecio, el cruel vacío de la indiferencia ajena e, incluso, la violencia de esos "jóvenes" que se divierten-la gratuita ultraviolencia de los drugos en "La Naranja Mecánica"- humillando y apaleando a los más indefensos.
Hoy tiene ya 65 años y acaba de escribir y dibujar una novela gráfica relatando su experiencia y las crueles peripecias de la gente sin techo que malvive en las aceras de nuestros calles, duerme en los cajeros automáticos y además de soportar el frío y la soledad tienen que aguantar nuestras miradas de desprecio, el cruel vacío de la indiferencia ajena e, incluso, la violencia de esos "jóvenes" que se divierten-la gratuita ultraviolencia de los drugos en "La Naranja Mecánica"- humillando y apaleando a los más indefensos.
Él nos lo cuenta mejor que nadie porque está hablando de todo lo que ha vivido en primera persona:
"Cuando se vive con la constante aprensión de que cualquier noche puedes sufrir una agresión que te deje malherido o muerto, el aire que nos rodea se torna hostil. Los días que esa sensación se me hacía más insoportable lograba una inexplicable percepción de mí mismo: “Yo estoy en un lado del mundo y vosotros en el otro”; y conseguía crear un abismo entre mí y todos los demás. Necesitaba firmemente que la otra gente no existiese, que yo no reparara ni tan siquiera en presagiarles.
Ya había sufrido demasiado y debía desterrar de mí todos los brotes de dolor o de rencor que surgieran. Y algunas veces lo conseguía".
Miquel sufrió varias agresiones en la calle. Una noche dos "chicos muy bien vestidos, con ropa de marca y aspecto de pijos" se le acercaron y uno de ellos, riéndose, le golpeó con un adoquín que llevaba en la mano en todo el rostro y le rompió la nariz.
En otra ocasión otro grupo de jóvenes "en busca de diversión" estuvieron golpeando los cristales del cajero -a patadas, puñetazos y botellazos- en el que dormía durante más de media hora para entrar con la intención de agredirlo sin que se hubiese mediado ninguna palabra o acción previa.
Algo falla en la naturaleza humana cuando suceden estas cosas, es evidente.
El cómic se llama "15 años en la calle" y está editado por Glénat. Mi recomendación de esta semana.
Habla Miquel de su obra con la sabia lucidez del que ha sufrido tanto y se ha desprendido de tantas cosas triviales que ya sólo le queda la verdad, por muy dura y descarnada que nos resulte:
" Si este álbum tiene algún mérito es que es la fiel confesión de mi intento en estos años, de analizar los motivos de mi caida; el porque he aguantado tantos años en la calle siendo consciente siempre -a pesar de mi dependencia del alcohol-, de que con mi alma anclada en el pasado, cada vez me sería mas difícil saltar el abismo que me separaba de la vida que corría paralela a mi, y terminaría siguiendo errante y desorbitado por el resto de mi vida.
Esperando ese dia, ansiaba que llegara el momento, que al fin, yo consiguiese unir los lazos que me ligasen a todos los seres vivos del presente.
Hago este trabajo porque no quiero -ni querré mientras viva- que estos quince años que he pasado en un derrumbe y desconsuelo permanentes, queden solamente como un desgraciado y trágico episodio de mi vida.
Calles, carreteras, plazas, parques, cajeros, portales, centros de rehabilitación, hospitales, iglesisas, ocasionalmente pensiones inféctas y mas peligrosas que la misma calle, pisos compartidos con marginados como yo, tejados, túneles de tren, casas deshabitadas en ruinas…hasta que decidí, que ya que me consideraba sólo en el mundo, y aunque sabía que el frio que pasaría haría que me arrepintiese de haber nacido y que surgirían peligros diferentes a los de la ciudad, pero necesitaba sentirme libre de toda presencia humana, decidí pues irme cada noche a refugiarme en el bosque.
Y también hago este trabajo por todos los desdichados hermanos en la indigencia y nuestras familias y amigos. Para intentar sanar o al menos aliviar las heridas que hemos causado en las personas que nos amaron, pidiéndoles humildemente perdón; ya que añadido al dolor que nuestar situación les producía se han sentido injustamente culpabilizados ante la imposibilidad y la impotencia de no poder ayudarnos. Ha sido así como he podido llegar a comprender que solamente podemos llegar a entender el dolor, cuando, además de sufrir nosotros, sentimos como propio el sufrimiento que hemos causado a las personas que más nos amaban.
Hago este álbum por todos los hermanos indigentes que, de momento, hemos logrado salir de la calle y por las personas que nos han ayudado a conseguirlo. Por los indigentes, que por las razones que sean, deciden seguir aguantando en la calle. Por los que se quedaron tirados en cualquier lugar o se extraviaron por esos mundos de dios.
Y por encima de todo, por todos los indigentes que fueron vilmente asesinados en la calle, a quienes mataron solamente por mostrar sus llagas y apartarse del rebaño de sus semajantes. Les mataron cobardemente por eso: Eran simplemente unos pobres e indefensos indigentes.
Y recuerdo con tristeza queridos amigos mios, que se quedaron ingresados en cualquier centro de rehabilitación o en centros de salud mental de donde ya no tengo la esperanza de que jamás regresen"(Miquel Fuster, http://miquelfuster.wordpress.com/)
Ya había sufrido demasiado y debía desterrar de mí todos los brotes de dolor o de rencor que surgieran. Y algunas veces lo conseguía".
Miquel sufrió varias agresiones en la calle. Una noche dos "chicos muy bien vestidos, con ropa de marca y aspecto de pijos" se le acercaron y uno de ellos, riéndose, le golpeó con un adoquín que llevaba en la mano en todo el rostro y le rompió la nariz.
En otra ocasión otro grupo de jóvenes "en busca de diversión" estuvieron golpeando los cristales del cajero -a patadas, puñetazos y botellazos- en el que dormía durante más de media hora para entrar con la intención de agredirlo sin que se hubiese mediado ninguna palabra o acción previa.
Algo falla en la naturaleza humana cuando suceden estas cosas, es evidente.
El cómic se llama "15 años en la calle" y está editado por Glénat. Mi recomendación de esta semana.
Habla Miquel de su obra con la sabia lucidez del que ha sufrido tanto y se ha desprendido de tantas cosas triviales que ya sólo le queda la verdad, por muy dura y descarnada que nos resulte:
" Si este álbum tiene algún mérito es que es la fiel confesión de mi intento en estos años, de analizar los motivos de mi caida; el porque he aguantado tantos años en la calle siendo consciente siempre -a pesar de mi dependencia del alcohol-, de que con mi alma anclada en el pasado, cada vez me sería mas difícil saltar el abismo que me separaba de la vida que corría paralela a mi, y terminaría siguiendo errante y desorbitado por el resto de mi vida.
Esperando ese dia, ansiaba que llegara el momento, que al fin, yo consiguiese unir los lazos que me ligasen a todos los seres vivos del presente.
Hago este trabajo porque no quiero -ni querré mientras viva- que estos quince años que he pasado en un derrumbe y desconsuelo permanentes, queden solamente como un desgraciado y trágico episodio de mi vida.
Calles, carreteras, plazas, parques, cajeros, portales, centros de rehabilitación, hospitales, iglesisas, ocasionalmente pensiones inféctas y mas peligrosas que la misma calle, pisos compartidos con marginados como yo, tejados, túneles de tren, casas deshabitadas en ruinas…hasta que decidí, que ya que me consideraba sólo en el mundo, y aunque sabía que el frio que pasaría haría que me arrepintiese de haber nacido y que surgirían peligros diferentes a los de la ciudad, pero necesitaba sentirme libre de toda presencia humana, decidí pues irme cada noche a refugiarme en el bosque.
Y también hago este trabajo por todos los desdichados hermanos en la indigencia y nuestras familias y amigos. Para intentar sanar o al menos aliviar las heridas que hemos causado en las personas que nos amaron, pidiéndoles humildemente perdón; ya que añadido al dolor que nuestar situación les producía se han sentido injustamente culpabilizados ante la imposibilidad y la impotencia de no poder ayudarnos. Ha sido así como he podido llegar a comprender que solamente podemos llegar a entender el dolor, cuando, además de sufrir nosotros, sentimos como propio el sufrimiento que hemos causado a las personas que más nos amaban.
Hago este álbum por todos los hermanos indigentes que, de momento, hemos logrado salir de la calle y por las personas que nos han ayudado a conseguirlo. Por los indigentes, que por las razones que sean, deciden seguir aguantando en la calle. Por los que se quedaron tirados en cualquier lugar o se extraviaron por esos mundos de dios.
Y por encima de todo, por todos los indigentes que fueron vilmente asesinados en la calle, a quienes mataron solamente por mostrar sus llagas y apartarse del rebaño de sus semajantes. Les mataron cobardemente por eso: Eran simplemente unos pobres e indefensos indigentes.
Y recuerdo con tristeza queridos amigos mios, que se quedaron ingresados en cualquier centro de rehabilitación o en centros de salud mental de donde ya no tengo la esperanza de que jamás regresen"(Miquel Fuster, http://miquelfuster.wordpress.com/)
Escuchando una entrevista de Miquel en la radio el otro día, él comentaba esto a la pregunta de la entrevistadora:
- ¿Qué es peor para un indigente que está pidiendo unas monedas en la calle, Miquel... que te digan lo de siempre, que no tienen suelto o que no te digan nada?
- Lo peor es esa gente que ni si quiera te mira o te dice unas palabras, como si no existieses para ellos... llegas a pensar que eres invisible. Si alguien te dedica una sonrisa o te dice unas palabras, aunque te diga que no lleva suelto, lo agradeces profundamente porque en tu interior tienes la sensación de que te ven, de que te tienen en cuenta... pero la gente que ni te mira y sigue para adelante como si fueses la última escoria te hace sentir muy mal...
Lo que Miquel cuenta es tremendamente valioso y esclarecedor: " Además de la largueza caritativa de muchas personas que te iban sacando de apuros, existía la otra parte; la que por un momento te permite no sentir un porvenir tan lúgubre; ya que en esos días, en las miradas desaparece el desprecio para aparecer una mueca de tolerante comprensión. Y los niños, al no ser apartados desabridamente por sus padres de nosotros los indigentes, como si sus inocentes ojos estuvieran contemplando la más monstruosa obscenidad; al no hacerles notar nuestra presencia, los niños nos miran con el mismo interés con el que mirarían un disfraz; nos miran con simpatía.
Pero la mirada de los niños es una de las mas dolorosas alambradas de espinos que puede cruzarse en el camino de un indigente.
Es la culminación cruel e inexorable de un proceso. Una condena sin veredicto.
Una condenación definitiva".
Ya sabéis. "15 años en la calle", Editorial Glénat, Miquel Fuster.
Merece la pena. Después de leer a Miquel igual miramos a los demás con los mismos ojos pero con una mirada algo diferente, más comprensiva, valorando de paso como se merecen a esas personas que, por las razones que hayan sido, viven en la calle y quieren ser tenidas en cuenta y que se les dedique, por lo menos, una pequeña sonrisa, gesto o unas palabras para dejar de ser invisibles.
- ¿Qué es peor para un indigente que está pidiendo unas monedas en la calle, Miquel... que te digan lo de siempre, que no tienen suelto o que no te digan nada?
- Lo peor es esa gente que ni si quiera te mira o te dice unas palabras, como si no existieses para ellos... llegas a pensar que eres invisible. Si alguien te dedica una sonrisa o te dice unas palabras, aunque te diga que no lleva suelto, lo agradeces profundamente porque en tu interior tienes la sensación de que te ven, de que te tienen en cuenta... pero la gente que ni te mira y sigue para adelante como si fueses la última escoria te hace sentir muy mal...
Lo que Miquel cuenta es tremendamente valioso y esclarecedor: " Además de la largueza caritativa de muchas personas que te iban sacando de apuros, existía la otra parte; la que por un momento te permite no sentir un porvenir tan lúgubre; ya que en esos días, en las miradas desaparece el desprecio para aparecer una mueca de tolerante comprensión. Y los niños, al no ser apartados desabridamente por sus padres de nosotros los indigentes, como si sus inocentes ojos estuvieran contemplando la más monstruosa obscenidad; al no hacerles notar nuestra presencia, los niños nos miran con el mismo interés con el que mirarían un disfraz; nos miran con simpatía.
Pero la mirada de los niños es una de las mas dolorosas alambradas de espinos que puede cruzarse en el camino de un indigente.
Es la culminación cruel e inexorable de un proceso. Una condena sin veredicto.
Una condenación definitiva".
Ya sabéis. "15 años en la calle", Editorial Glénat, Miquel Fuster.
Merece la pena. Después de leer a Miquel igual miramos a los demás con los mismos ojos pero con una mirada algo diferente, más comprensiva, valorando de paso como se merecen a esas personas que, por las razones que hayan sido, viven en la calle y quieren ser tenidas en cuenta y que se les dedique, por lo menos, una pequeña sonrisa, gesto o unas palabras para dejar de ser invisibles.
Saludos de Jim.
4 comentarios:
Hace aproximadamente un año, una mañana fui a sacar dinero al cajero de cajamadrid de Juan Florez. Alli habia un hombre pidiendo. Bueno, probablemente esa no sea la mejor manera de describirlo. Iba vestido de forma correcta, limpio. Sentado en un portal sobre una hoja de periodico para no mancharse los pantalones. Delante de el tenia su maleta y una caja de carton con algunas monedas. Se tapaba la cara con las manos para no ser reconocido. Tenia unos 50 años.
El verlo me puso un nudo en la garganta. Un hombre que se habia visto abocado a la mendicidad pero que no habia perdido ni la dignidad ni la verguenza. Creo que el dinero que le deje fue con intencion de comprar mi conciencia, pero si te soy sincero, me hizo sentir peor. Deje aquel billete en la caja rezando para que no me viera. No queria su gratitud. Me hacia sentir violento el que ese hombre se sintiese obligado a agradecer una puta limosna. Ese dia comprendi un poco mas la diferencia entre la caridad, la solidaridad y la justicia.
Perdon por el ladrillo.
Una lección más que aprender, la muerte en vida. La indiferencia ante el mundo, la gente, la persona en sí, una sensación que habita desgraciadamente entre nosotros,y que no deseo al peor de mis enemigos. A mi éstas cosas sinceramente, me dan miedo,pero miedo de verdad!
¡Hola Jim!
Hace unos meeses conocí la historia de Miquel Fuster por el programa Carne cruda de Radio 3, y como me tocó mucho el tema decidí hacer un poat del tema en mi blog y ahí, investigando, me encontré con tu blog, asi que te cito en él y te robé un trocito, sorry, sorry.
Te dejo el link par que lo veas y m,e digas que te parece, a mi me gusta mucho tu blog.
Un saludo.
Estrella.
http://starysumundo.blogspot.com/
Muchas, Estrella Checa, tú coge lo que quieras, que es todo para regalar. No hay problema, que a mí la SGAE no me paga, por ahora.
Gracias por la reseña.
Ya tengo tu blog guardado en marcadores.
Saludos de Jim.
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