En los tiempos pretecnológicos casi todo el mundo era un poco hortera. Que si pantalones elásticos Lois marcando huevera apretada o ranura vertical de la hucha, dependiendo del sexo; que si tipos con bigote y camisa abierta mostrando el matogrosso, bien rizado y oscuro, de ese pechopelambrera que paseaban heterorgullosos por el barrio con su mariconera siempre en la mano; que si esclavas doradas con el nombre grabado de "María del Carmen" y cadena de oro a juego(los horteras siempre han sido mucho de llevar oro encima)... o que si gente en la playa con bañadores-tanga mínimos que dejaban a la vista del horrorizado espectador cuerpos tan desagradables y grimosos que incluso, tras su fallecimiento, fueron donados a la Ciencia y ésta se los devolvió a sus familiares para no tener que tocarlos.
El gen del horterismo fue pasando así, muy disimuladamente, entre las distintas generaciones y mutando hacia esas nuevas y perfeccionadas formas que alcanzó durante los fabulosos años ochenta- La Década de las Lentejuelas- en los que se propagó por los barrios de aluvión de las ciudades españolas la fiebre del chandalismo, el maillot, los calentadores a lo Eva Nasarre, las corbatas de perla, las toreras para hombres, los pendientes del cristo crucificado o la coleta torera tipo Miguel Bosé, que es el actor principal de esa obra maestra del fantástico español que es "El caballero del dragón".
El chándal es hoy, por ejemplo, una prenda básica imprescindible y muy urban casual que se puede combinar sin mayores problemas con zapatos de borla o tacón de aguja, con jerseys de cuello redondo, camisas de cuadros, etcétera.
El horterismo le debe mucho tanto al yonqui de la plaza como al vigoréxico chandalero de gimnasio de los ochenta, que prestigiaron y defendieron con orgullo y dignidad esos chándales de felpa Adidas de cremallera en el tobillo, con su camiseta New Balance sin mangas por debajo.
Un fenotipo es una manifestación externa de un conjunto de caracteres hereditarios que dependen tanto de los genes como del ambiente, así que el horterismo en este sentido es un tanto fenotípico y representativo de cada época, momento puntual y tendencia que ha sido asimilada por los distintos e interrelacionados grupos sociales, que suelen compartir orgullosos las mismas etiquetas, símbolos gremiales e imágenes "diferenciales" de marca, aunque en estos tiempos de modernidad horterista líquida más recientes parece que la cosa se ha homologado un poco.
Hoy, ya desde hace algún tiempo, desplazado ya el fenómeno periférico y muy de mercadillo de barrio/ Primark(¡¡un kilo de bragas a cinco euros!!!) de ese universo del mal gusto que es lo choni/cani/poligonero -¡y que tantas satisfacciones nos ha dado a los apasionados observadores de la inquietante dimensión de lo hortera!- parece que la tendencia que al final mejor ha cuajado es la del horterismo 2.0 y Social Media un poco más glam, con sus gurús cazadores de tendencias peinados a lo Boy George, esos diseñadores de moda que parece que se han vestido a oscuras y que cuando hablan uno piensa que sus madres tienen que estar cobrando una pensión del Estado por lo de sus hijos, o esos influenciadores coolhunters con sus blogs de moda en los que salen fotografías de personas humanas que otean con "mirada azul acero"(ver "Zoolander") el horizonte de fachadas y antenas de sus barriada vestidos con unas chanclas rosas, bermudas a rayas, una camisa con borlas y una americana naranja que parecen sacados de una película lisérgica de Tim Burton.
El buen coolhunter-el que más seguidores tiene y el que se cuelga un calzoncillo sucio en la cabeza cuando está borracho, sube la fotografía a twitter y ya es trending topic mientras la gente corre a ponerse calzoncillos sucios en la cabeza para ser igual de cool que su gurú de la moda 2.0- tiene que fingir siempre esa pose de intenso de la nada mientras habla de sus trapitos horteras de colorines y de sus looks infames que generalmente están etiquetados bajo nombres en extranjero de esos que aparecen en la revista "Mujer de Hoy" que dan los sábados con el periódico: trendy, urban casual, chic-hippie, chic-preppy...
Aunque para mí que el rollo, más o menos, va de lo de siempre: hacer caja, jastar os cartos(que decía mi abuela de Monforte) o como ahora lo denominan los modelnos: ir de Shopping.
Yo tengo que reconocer que ya me pierdo un poco entre ese horterismo cum laude de tanto tatuaje chabacano de jugador del Real Madrid y camiseta ceñida de lycra, o de metrosexual florecilla con pantalón por los tobillos, camisa abotonada hasta el cuello y gafas de sol -que casi les cubren todo el rostro- rematadas por un flequillo a lo Alfredo Amestoy.
Por lo menos las chonis y poligoneras todavía se hacen selfies sexys, marcando canalillo, en el espejo del baño de casa de sus padres, de sus hijas o de una amiga(se ve siempre el váter con la tapa abierta al fondo), lo que a los vapuleados heteros todavía nos anima un poco la moral en estos tiempos ominosos y oscuros para los que todavía nos vestimos por los pies con pantalones vaqueros y camisetas del Carrefour sin más adornos o complementos que un reloj digital Casio... como mucho.
Aunque también es posible que una tarde me entre el gusanillo y me dé por visitar a un coolhunter de esos para que me enseñe a combinar colores y complementos y a lo mejor me haga un look setentero con pantalón en tonos camel y beige, botas
altas, un maxi-jersei de punto y un abrigo en tono lila con mucho pelo.
Saludos poco tendenciosos de Jim.
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