Durante muchos años he sentido lo que algunos llaman "la angustia del lector", síndrome de aquel leedor ávido y voraz que se siente desolado cuando toma plena consciencia de que todas las lecturas que podrá hacer en su vida- en una existencia "común": trabajo, pareja, hijos, otras aficiones, relaciones sociales...- son una mínima muestra representativa de todo aquéllo que le quedará siempre por leer y descubrir. La desalentadora sensación de que la mayor parte del caudal de conocimiento humano compilado será inaccesible para él, aunque habitase cinco vidas y le dedicase 12 horas al día a tamaña labor, puede llegar a convertirse en una enfermiza obsesión.
Joaquín Rodríguez, en "Las mujeres que vuelan", sintetiza perfectamente este sentimiento:
“Me atormenta la idea de que nunca seré capaz de leer ni la más ínfima cantidad de los libros que me interesan, me consume la certeza de que sólo alcanzaré a poseer una mínima fracción de los libros que han sido publicados, me abruma y mortifica la magnitud de mi desconocimiento, de mi ignorancia. La cuenta es muy sencilla de realizar: si un lector voraz como yo pudiera leer dos libros semanales durante los próximos cuarenta años —suponiendo que las facultades mentales no quedaran de ninguna manera mermadas y que la agudeza visual no necesitara de ninguna clase de soporte o de refuerzo— tendríamos que podría llegar a leer, ni siquiera a releer, unos cuatro mil sesenta libros, una suma ridícula si reparamos en la cantidad desorbitada de libros que se superponen en las librerías, en el continuo rotar de las novedades, por no mencionar la inabarcable producción de los clásicos de todos los siglos precedentes. Yo confieso que asomarme a ese abismo me produce una desazón tan aguda que intento compensarla con una acumulación doblemente desmedida de títulos, en la vana esperanza de que el mero amontonamiento atenúe mi angustia. [...]“»
La lectura como llave a un conocimiento inabarcable. Una compleja habilidad que desarrollamos interpretando nuestra existencia, realidad y esencia en relación a unos signos escritos.
Yo entraba en cualquier librería o biblioteca y compraba o llevaba dos libros, pero me producía cierta inquietud el hecho de no disponer del tiempo suficiente para leer u ojear todos los volúmenes que allí, entre las estanterías, se quedaban.
Durante mucho tiempo quise hacer de la lectura algo abarcable, sistemático, buscar un método, "El Método" que comprendiese esa Biblioteca Ideal imprescindible:una especie de guía o muestrario de todo lo que debería de ser leído.
Un día me decía que lo mejor sería seguir un patrón de lectura por nacionalidad; otra tarde cambiaba la nacionalidad por una especie de orden alfabético por autor; un sábado me decía que tenía que leer tres libros semanales y que podría organizar mis lecturas por ciclos: novela negra durante seis meses, ciencia ficción otros seis, poesía otros seis, etcétera.
Era tan agotadora, la verdad, esta búsqueda de una metodología completa, inapelable...
Hasta que una tarde di con la solución.
Me di cuenta de que había estado equivocado durante mucho tiempo y tenía que volver al comienzo de todo, al origen, cuando la lectura era sólo un agradable placer, un disfrute asequible que me procuraba alegría y bienestar de una manera directa. Era absurda esa búsqueda de una pauta inflexible y metódica, esa ansia que me producía entender la lectura solamente como una finalidad en sí misma( búsqueda de cierto conocimiento considerado "imprescindible") y no como un medio o instrumento en el que hallar el suficiente placer y conocimiento para no tener la necesidad de convertirme en el insaciable esclavo de un hábito que devenía en malsana obsesión.
La enfermedad y su remedio contenidas en la misma fórmula.
Y aprendí que cuanto más leemos, mejor sabemos hacerlo.
Y que leer es vivir más y mejor y más libres.
Y que nunca hay que tenerle miedo a ningún libro.
Y que leer es un disfrute enriquecedor, un pacto tácito y mudo entre un lector y un libro... nunca una obsesión o pugna codiciosa, estéril y vana con lo inasequible.
Y que no hay más método ni búsqueda ordenada que el cóctel producto de combinar la intuición atesorada por el equipaje de lecturas que el lector lleva encima y el azar, que pone en nuestras manos referencias y libros que un día formarán nuestra personal Biblioteca Ideal.
Y aprendí, como escribió Borges en "La Biblioteca de Babel", que hasta en las magnitudes inabarcables hay ciertos patrones y orden: "Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza".
EL LADRÓN ERUDITO
El ladrón se había dado cuenta de que el dinero estaba disimulado en algún libro de la biblioteca. ¡Pero había tantos!
Comenzó por los más altos y le fue ganando la apetencia de leer, la ansiedad de adivinar.
La casa era una casa de campo y estaba abandonada. Tenía tiempo para sus pesquisas.
Se adentró en las páginas escritas por los que prefieren escribir a robar y gastan en eso sus largas noches.
Él notaba que la realidad resultaba así más robada que por él mismo.
Hubo un momento en que sin haber encontrado los billetes estaba ya en los libros de las estanterías bajas, y entonces se sintió tan preparado que hizo unas oposiciones...
( R. Gómez de la Serna)
O sea, que da igual comenzar por los libros que están más altos o más bajos. La cuestión es comenzar e ir transformando el vértigo en placer, la incomprensión en conocimiento, la rutina en fascinación, la codicia en moderación... mientras por el camino nos desciframos a nosotros mismos y a la realidad que nos circunda con la mejor y más compleja herramienta que el hombre ha inventado para ello: el libro.
Saludos de Jim, mi soledad también se alegra con esta elegante esperanza y su disfrute.
6 comentarios:
Mi mayor frustración fue en la última mudanza, cuando descubrí que tenía 45 libros sobre el terrorismo etarra y un ensayo de 70 páginas escrito por mí. Y me dí cuenta de que todavía sé muy poco del nacionalismo vasco en general y del nacionalismo terrorista vasco en particular. En fin, habrá que seguir leyendo.
Pues tu lo has entendido Jim, pero hay gente que todavía le cuesta llegar a esa conclusión, y tengo la impresión de que antes o después se acaba llegando a ella.
Sí, yo creo que la resignación forma parte del camino del conocimiento.
A veces el bosque no nos deja ver el árbol, y no al revés.
Saludos de Jim y tienes que pasarme ese ensayo, Pablo.
A mi me pasó lo mismo. Me encantan los libros, me falta tiempo y deseo leerlo todo. Pero como bien dices, el tiempo y lo aprendido en la vida te guía hacia qué leer, o qué escuchar. Antes leía todo lo que caía en mis manos, ahora sólo lo que me apetece. Y encuentro muy satisfactorio este sistema de selección. Me gustan las lecturas escogidas e impuestas a veces pero certeras, leer los clásicos, leer lo nuevo. Leer se aprende como a comer, simplemente uno debe acostumbrar el paladar a nuevos sabores.
Yo leo hasta los catálogos del Carrefour y el Eroski... y no perdono uno.
Y aprendo cosas.
Como que el calgonit está más barato en Eroski, por ejemplo,mientras que los aquarius están más caros en Carrefour que en Alcampo.
Saludos de Jim.
Jim, eso de los precios de los catálogos de Carrefour y Eroski lo acabas de leer ahora mismo, que lo sé yo.
Yo como soy un poco corto para la lectura hay pocos libros que me agraden, aunque alguno de vez en cuando sí lo hace. Mi libro favorito es "El camino" de Miguel Delibes, lo leí unas cuantas veces y si lo leyera hoy lo disfrútaría igual que el primer día.
Ahora leo poco, pero ya me pondré algún día. Cuando Bilbao deje de hacerlo, por ejemplo.
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