Una maleta es un recipiente con asa que sirve para transportar ropa y otros enseres.
Las hay con cremallera, de piel, blandas, rígidas, con cerradura, de cartón, plástico, polipropileno, nailon, con ruedas, sin ruedas, grandes, pequeñas...
En la Edad Media los nobles transportaban sus pertenencias en arcas y baúles de madera mientras el pueblo llano lo hacía en maletas. Era un signo de distinción. Igual que hoy en día lo son tantos otros.
En el Siglo XX la cosa se universalizó y la comodidad y el sentido de lo práctico escaló puestos. La maleta despuntó y fue adoptada, sin distinción, por todas las clases sociales.
Cada maleta encierra en su interior una historia. Los objetos y prendas que contiene son una especie de radiografía de la persona que la acompaña y, como no, también de su destino.
Hay maletas serias y cargadas de trabajo, maletas breves de fin de semana, maletas ilusionadas y cálidas en viaje de novios, maletas cargadas de aromas a lejanos países, maletas manchadas de sangre, maletas de triple fondo para ocultar nuestros vicios y virtudes, maletas fatigadas de tanto polvo y tantas cicatrices acumuladas, maletas repletas de arena y sol, maletas perdidas que nunca aparecen, maletas tristes inundadas de lágrimas y despedidas...
Alberto Martí Villardefrancos es el cronista oficial de estas últimas maletas tristes. El fotógrafo coruñés que inmortalizó las despedidas entre lágrimas, los adioses sin retorno entre padres e hijos, los barcos para América abarrotados de seres humanos despidiéndose para no regresar jamás.
Alberto Martí es el retratista del tango aciago de aquellos puertos en blanco y negro, de la niebla de los abrigos roídos y la lluvia imperiosa de la necesidad, de las maletas de cuero con cinturón y los baúles enmohecidos de tanta pobreza y pan duro a la búsqueda de alguna oportunidad en otro continente.
Alberto Martí Villardefrancos nació en 1922 en A Coruña. Y vive todavía. Y vivirá para siempre entre esos rostros compungidos de hombres despidiéndose de sus hijos, de niños con boinas encaramados sobre viejos baúles y de esas maletas tristes que contenían las últimas esperanzas y sueños de gentes que emprendían un viaje a ninguna parte tras haberlo perdido todo y más.
Sus fotografías estarán visibles estos días en la Fundación Barrié de la Maza, en A Coruña.
El que avisa...
Saludos de Jim, gente divergente.
4 comentarios:
La imagen del padre con el hijo no necesita palabras. Es una crónica del momento, del movimiento migratorio, de la desesperanza de los que se van y saben que seguramente no volverán.
Un fotógrafo testigo de una época y con un trabajo gráfico de alto valor histórico. Nada puede narrar mejor que una imagen.
La imagen del padre con el hijo no necesita palabras. Es una crónica del momento, del movimiento migratorio, de la desesperanza de los que se van y saben que seguramente no volverán.
Un fotógrafo testigo de una época y con un trabajo gráfico de alto valor histórico. Nada puede narrar mejor que una imagen.
Hola.
He llegado a tu blog por el concurso del 20 minutos y me a gustado mucho, yo compito en otra categoría mi blog se llama PoleSpain échale un vistazo si quieres. Me hago seguidor y asi le echo un vistazo de vez en cuando.
Un saludo y suerte.
Pues voy a echarte un vistazo, Ruben.
Salud y acierto.
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