Yo todavía no había cumplido los nueve años aquellas navidades en las que mi padre me regaló una galena... mi primera galena.
Una radio de galena, por si alguien no lo sabe, es un receptor de AM que viene desarmado y cuyas partes hay que ir ensamblando para que la cosa funcione : condensador con diodo, diodo con bobina de núcleo, bobina del núcleo con condensador, condensador con...
Así que, en definitiva, una galena es solamente una especie de circuito paralelo o en línea que sirve, gracias a la inestimable ayuda de la inducción electromagnética, para llegar a sintonizar unas pocas emisoras de onda corta.
Mi padre y yo montamos esa mi primera galena en una tarde, y la dejamos después sobre la mesilla de mi habitación. Todavía recuerdo como si fuera ahora esas noches en las que mi padre se tumbaba a mi lado en la cama y ambos escuchábamos reconcentrados todo aquel invisible caudal de sonidos inexplorados que brotaban de la extraña caja de madera marrón, coronada por una bobina con filamentos de cobre alrededor.
De allí emergían viejas canciones, obras de teatro radiadas, series y todo tipo de programas que nos mantenían en vilo hasta que, poco a poco, ya fatigados, nos íbamos replegando hacia el inmisericorde y brumoso pozo del sueño. Algunas noches, en mitad de la duermevela, podía llegar a atisbar con el rabillo del ojo cómo mi madre despertaba a mi padre suavemente y lo llevaba a rastras a su habitación.
Ambos se sonreían en aquella penumbra a la que mis ojos ya se habían acostumbrado.
Recuerdo muy especialmente- como si fuese ahora, nunca sabré decir el por qué- una noche en la que una sugerente voz que salía de la caja decía:
- ... y es que no prestamos la debida atención a la microescala... cada uno de nosotros contiene también universos dentro de sí mismo... somos los gérmenes, los átomos, que circulan por las venas del universo, compartiendo con éste esos quarks, cromómetros y attómetros que circulan a su vez dentro de nosotros... el alma es un cuerpo electromagnético que continúa habitando el universo después de la muerte...
Ésta no es una larga historia. Solamente decir que aquellas noches con mi padre fueron las más felices.
El tiempo pasó tan rápidamente que mi padre se convirtió en mi abuelo y yo en mi padre sin apenas darnos tiempo a enterarnos de que, como decía el poeta, la vida iba en serio.
Mi padre, ahora anciano, enfermó y ya era un lugar frío y casi silencioso cuando una noche llevé la galena a su habitación y me tumbé a su lado.
Nos quedamos en silencio, de nuevo expectantes como cuarenta años atrás, mientras resonaba por las esquinas de la oscuridad la voz de alguien.
Al poco rato la interrumpí:
- Papá, ¿te acuerdas una noche en la que estábamos escuchando la galena y alguien dijo que las almas son un cuerpo electromagnético que continúa habitando el universo después de la muerte?
Me dijo, muy débilmente, que no... que no lo recordaba, que no recordaba aquello que le decía... y también dijo que me quería.
Yo también, papá, yo también te quiero.
Después se durmió.
A las tres y cuarto de la mañana la radio hizo un pequeño chisporroteo... algún tipo de interferencia electromagnética.
Abracé a mi padre muy fuerte y me fui quedando dormido, plenamente consciente de dos cosas: una, de que el universo, de todas formas, va a continuar sin nosotros y, dos, de que existen vastedades en cada grano de arena y universos a microescala dentro de cada uno de nosotros que nunca podremos llegar a imaginar.
Saludos de Jim.
3 comentarios:
Muy hermoso, gracias
Bonito relato para estas fechas Navideñas, los niños con su lógica e inocencia natural como la vida.
Por cierto, cuando el segundo de la historia de Celemino y su mujer!?!? :-)
Celemino llegará, Olga.
Por cierto, si quieres te lo paso completo.
Me alegra que os haya gustado ;D
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