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domingo, 24 de julio de 2011

DRIPPED, EL LADRÓN DE COLORES


"Mi pintura no procede del caballete. Por lo general, apenas tenso la tela antes de empezar, y, en su lugar, prefiero colocarla directamente en la pared o encima del suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo es donde me siento más cómodo, más cercano a la pintura, y con mayor capacidad para participar en ella, ya que puedo caminar alrededor de la tela, trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados e introducirme literalmente dentro del cuadro. Se trata de un método similar al de los pintores de arena de los pueblos indios del oeste. Por eso, intento mantenerme al margen de los instrumentos tradicionales, como el caballete, la paleta y los pinceles. Prefiero los palos, las espátulas y la pintura fluida que gotea y se escurre, e incluso un empaste espeso a base de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Sólo después de una especie de período «de acostumbramiento» ver, en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc., pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien" (Jackson Pollock)





Saludos de Jim.

miércoles, 13 de julio de 2011

AQUELLOS HORRIBLES AÑOS 80 (IV)





Regresamos con toda una saga de el bazar de Jim( http://elbazardejim.blogspot.com/2010/11/aquellos-horribles-anos-80-iii.html) que tiene visos de llegar a convertirse en un clásico más clásico que las pelis en blanco y negro que ponía Garci en "Qué grande es el Cine".

Solamente recordar que la sandía es una fruta típica del verano, que hay peróxido de carbono en el espacio interestelar y que los años ochenta han sido- para el imaginario colectivo de toda una generación- una década crucial, hortera y delirante donde las haya.
La educación sentimental de esta generación de peterpanes, jasp, petardas y GDEG(Gente Desubicada En General) ha sido vapuleada, destruida y deteriorada por cosas de infausto recuerdo como Mecano, Eurovisión, los jabones en forma de corazón de Avón o los perros que movían la cabeza en la parte trasera del Seat 131 de papá.
Lo importante aquí es tener claro que, aunque las taras sean evidentes, hemos sobrevivido a los horribles ochenta y a cosas demoledoras y dañinas como:


- EL BALONCESTO: El puñetero jueguito ese yanqui de una pelota que bota y que se debe introducir por un aro se puso de moda durante los años 80 con esa plata en la olimpiada del 84. Hasta yo jugué a la cosa ésta algún sábado y memoricé nombres como Corbalán, Epi, Larry Bird o Sabonis.
Pocas cosas más tristes y aburridas que un partido de baloncesto(quizá un concierto de Phil Collins llegue a esa laxa dimensión donde siempre es domingo y llueve), aunque el gran Ramón Trecet se empeñara cada viernes a las tres de la mañana es iluminarnos con toda suerte de anécdotas y recreaciones sobre el mundo del basket y sus jirafas millonarias, drogadas y tatuadas.
Hay que reivindicar más un pedazo deporte como el voley playa femenino, a poder ser con partidos entre las titulares y suplentes del equipo brasileño.
Los demás a su lado, cualquier supuesto "deporte", es filfa, mentira, nada.



-SUPERPOP: En esta revista superhorteradelmegacopón se podían encontrar desde los últimos chismorreos amorosos de David Summers hasta consejos sobre sexo para quinceañeras del tipo "Sorprende a tu novio en su cumpleaños proponiéndole sexo anal cuando llegue una tarde del colegio y tus padres no estén en casa"... pasando por algún póster central de Kirk Cameron con el torso desnudo o unas pegatinas para la carpeta del cole de Rob Lowe.
Yo es que siempre fui más de revistas como LIB, Clima y Año Cero, la verdad, pero si en vez de genitales masculinos la naturaleza me hubiese dotado de vagina y botón rosa del placer no dudo de que la Superpop hubiese sido una de mis compras semanales de señorita romántica pero con juveniles ardores de entrepierna.
Pero Dios me hizo casi perfecto, así que nada de nada.



- POLOS Y JERSEYS DE CUELLO VUELTO: No, por favor. He llegado a desarrollar una especie de fobia, con los años, a todo lo que tenga que ver con esos polos ceñidos color carne hechos de ese grimoso material acrílico que rechinaba al moderlo.
Picaban. Picaban mucho y se ceñían al cuerpo como el traje alienígena de Spiderman, teniendo que estirar continuamente el cuello del polo para poder respirar.
Una agónica prenda que armonizaba con las botas Gorila, los pantalones verdes de pana gruesa, el anorak amarillo y el incipiente bigote adolescente. Así era imposible ligar. Ni pagando.
Hasta prefería esos canguros con capucha y bolsillo-tubo para las manos que tejían antes las madres en las tardes de invierno. Sí, no es ciencia ficción: las madres antes tejían.


- EL YO-YO: El origen reconocido del yoyó se remonta al año 1100 antes de Cristo en China, pero no es hasta los años 80 de nuestro siglo XX cuando el pequeño gadget juvenil alcanza su apogeo. Son estos los año de los yoyós Russel de competición, de los de Fanta y Coca-Cola de promoción que ahora se pagan estratosféricamente en ebay; los años de las exhibiciones en el aula del colegio con algún sospechoso adulto -con bigote y pantalones de tergal adornados con sórdidos lamparones- haciendo el columpio o el perrito por las baldosas con su yoyó mientras miraba con el rabillo del ojo a la Julita, la niña de las trenzas y la falda del uniforme por las rodillas.
Pocas cosas más sospechosas que un adulto entre niños con un yoyó. A pesar de esto, la importancia de este juego-deporte es tal que hay hasta campeonatos mundiales y la tripulación del transbordador Discovery se llevó un yoyó al espacio.
Allí arriba se aburren mucho, los pobres astronautas.


- GAME & WATCH: ¿ Qué decir de aquéllas maquinitas portátiles de bolsillo que se popularizaron en los ochenta en las que había que recoger gotas de agua con un cubo, saltar sobre tortugas, escapar de un pulpo y coger monedas de un tesoro, jugar al tenis con Snoopy... o salvar a la pizpireta princesa que tenía cautiva el pérfido Donkey Kong? Miles de horas de diversión con una simple pila botón y un muñeco subiendo y bajando escaleras y esquivando algo. ¿No podía ser el mundo de ahora tan maravillosamente simple y feliz como el de antes de la Game & Watch?




- TÓMBOLAS CALLEJERAS: Una especie de mercadillo o rastrillo espontáneo infantil( ¿qué tienes por casa para tirar, tío?) que se hacía allá por los setenta-ochenta dándole la vuelta a unas cajas y poniendo sobre ellas todo un muestrario de novelitas de Marcial Lafuente Estefanía, jaulas para grillos, agendas del año pasado del Banco Central, restos de sobres Montaplex y algún que otro coche Guisval medio abollado.
Yo una vez me saqué trescientas y pico pesetas, más que recolectando cartón o robando Coca- Colas de los camiones.
Fue mi única experiencia real como joven emprendedor. A partir de ese momento todo fue cuesta abajo. Tenía que haber perseverado en el sector de las tómbolas callejeras y hoy quizás mi presente sería otro, sería alguien, con franquicias por todo el mundo y podría hablar de eficiencia y productividad tras tomarme dos copazos.
Una especie de ebay, pero sin internet, que eran estas tómbolas callejeras.




- CHINOS DE LA SUERTE: Los chinos de la suerte eran una especie de amuleto para atraer la buena suerte y combatir los malos espíritus que se componían de: 1) un diminuto pedazo de madera, en forma de botijo, con un chino mal pintado y 2) unos hilos de colores vinculados a alguna función específica para la que el amuleto era destinado: salud, amor, dinero, drogas, sexo...
La gente ponía sus chinos de la suerte en la correa del Cartier, como pulsera, en llaveros, etcétera, y esperaba mientras tanto que los dioses y/o el destino les colmase con sus dádivas y poder así alcanzar la felicidad eterna, acabar de pagar el Seat Málaga o, simplemente, jincarse a la vecina del 3º que estaba casada pero en el barrio se decía que era reutilizable y que era moderna porque desbordaba el marco alienante del matrimonio, por decirlo fisnamente y no llamarla gua_ _ _ directamente.
Yo un día encontré un billete de mil pesetas en el suelo mientras llevaba un chino de la suerte rojo, color que decía la publicidad atraería hacia mí el amor.
La cosa debía de estar difícil de carajo en esos momentos para esas lides amorosas pero, a cambio, el destino benefactor me compensó con algo más prosaico, un billete verde, lo que todavía hoy le agradezco.
Así que a mí, como veis, los chinos de la suerte me funcionaban a medias.



- EUROVISIÓN: Recuerdo especialmente un hecho trascendental que sucedía un sábado al año en las rues españolas: las calles se vaciaban al atardecer como si estuviese prevista una invasión de mutantes caníbales a partir de las 21:00 horas.
Era ese el sábado en el que echaban... ¡¡¡EUROVISIÓN!!!
Un ritual bizarro-español-europeo que nos hacía cenar muy temprano para ver como Trigo Limpio, Remedios Amaya, Nina o la Década Prodigiosa hacían el zulú por el escenario con su canción chorras de turno y quedaban de mitad de la tabla para abajo.
Por fin que siempre nos quedará Portugal, Grecia(gracias, Doña Sofía) y Francia para darnos algún punto y ayudar a disimular un poco el engorroso trámite de escuchar año tras año como Don Uribarri, José Luis, se queja siempre de maniobras ocultas, de que los países se votan entre sí por cuestiones políticas, de que el truño de cancionzaca que lleva España se merecía algo mejor, etcétera.
Pura y entrañable casquería catódica.



- "BUSQUE, COMPARE Y SI ENCUENTRA ALGO MEJOR... ¡CÓMPRELO!": Manuel Luque, el director general de Camp, y su estupenda y sencilla campaña de tv arrasaron en los ochenta. Fue ésta una década brillante en tanto en cuanto hablamos de lemas y consignas publicitarias, de marketing para retentiva del producto puro y duro.
Ejemplos de chascarrillos publicitarios que funcionaron durante los ochenta y han pasado a formar parte del inconsciente colectivo patrio los tenemos a puñados: "Coca-Cola, la chispa de la vida", "Cuate, aquí hay tomate", "Si bebes no conduzcas", "El Almendro vuelve a casa por navidad", "El algodón no engaña", "Bloom los mata bien muertos", "Cuando un desconocido te regala flores, eso es Impulso", "Busco a Jacques", "Viste de Eau Jeune, vístete con su frescor, a flor de piel", " Rexona no te abandona", "Studio Line, esculpe tus cabellos, a tu moda", "El Lobo, qué buen turrón", "Chispas, tu primera colonia", "Tenemos chica nueva en la oficina" o "Wipp Exprés, la suciedad está en la ropa", "Lorenzo Lamas, el rey de las camas"...
Buenos años lo ochenta para esto del discurso publicitario y el psicoanálisis.



- ENRIQUE Y ANA: Enrique y Ana, ese entrañable dúo humorístico con resonancias un tanto sórdido-sexuales( juntos por las carreteras de España una dulce niña y un joven-adulto sospechoso y de mirada ladina y erotomaníaca como Enrique del Pozo) y otros engendros como María Jesús y su(puto) acordeón poblaban las tardes televisivas de fiesta y verbena en playback, como relleno en exitosos programillas tipo Aplauso, Sabadabadá, 300 Millones... este dúo intelectualizante, que sin quererlo homenajeaba al maestro Nabokov y a su más célebre novela, llenaron las casas de niños españoles con sus elepeses y cancionzacas tipo "Mamá cómprame unas botas" "La yenka", "El twist del colegio" o su gran hit funerario "Mi amigo Félix", dedicado al recordado amigo de los lobos que falleció en Alaska en un accidente de avioneta.
Lo dicho, que a Enrique no le dejaría yo solo con Ana en un camerino si ésta fuese mi hermana pequeña o mi hija y que además a María Jesús le hubiese metido yo el acordeón por...


- VIDEOCLUBES: Los videoclubes proliferaron durante los años 80 como gnomos de jardín en un barrio residencial suizo. El consumo de cine casero en Betamax, 2000, Vhs y el recién inaugurado ocio moderno de producción y consumo industrial posibilitaron que estos locales llenos de cassettes grandes para el vídeo fuesen como templos o santuarios cargados de magia y felicidad para los iniciados en estas cosas de las películas y el entretenimiento en casa.
En estas catedrales( en mi barrio el Queijo o el Siglo XXI) uno podía alquilar tres películas el viernes para devolver el lunes y contemplar embobado obras maestras de la época que iban desde los incunables urbanos violentos tipo "Yo soy la justicia", "The Warriors" o "Los valientes visten de negro" hasta coproducciones italiano-españolas del oeste como "Django el bastardo" o "Un dólar para Sartana"... pasando por cine norteamericano blockbuster tipo "Explorers", "Dentro del Laberinto" o "Kárate Kid".
También estaban las nefastas adaptaciones de Mortadelo y Filemón, las peliculas eroticohorteras italianas en las que siempre salía Jaimito(Álvaro Vitali)haciendo la mili junto a dos sargentas pechugonas con el felpudo al aire.

La sección de adultos, con las clasificadas X, estaba siempre como en la trastienda del local, y la gente se metía en ese habitáculo lleno de prometedoras carátulas como por despiste, haciéndose los longuis y dando antes tres vueltas por el local por si acaso había algún conocido por allí.
El trayecto de vuelta a casa, cuando eres adolescente, con la película porno en la mano, era interminable y el corazón te martilleaba en el pecho con la emoción de la caza.
Sexo, por fin. Con mujeres. Aunque estuviesen en dos dimensiones.




- WALKMAN: Arqueología pura y dura. Una cosa grande y molesta en la que se introducía un cassette y que servía para escuchar música. Había gente que incluso hacía footing con el bicho en la mano, lo que se convertía en una forma novedosa de realizar ejercicio con un extra de peso a cuestas, muy parecido a esos brazaletes de 1kilo que se pone la gente vigoréxica en nuestros times.
Hoy en día, comparado con los diminutos mp3 que caben en la cabeza de un alfiler, un walkman es lo más parecido que puede existir para las jóvenes generaciones a uno de esos objetos de sílex que se tallaban dentro de las cuevas para realizar algún ritual o función ornamental.
Los cassettes solían ser por entonces de los Dire Strait, Los Chunguitos, Police, Terence Trent Darby o Georgie Dann.


- CRUCIFIJOS, RULOS Y FLEQUILLOS: El look Europe y Madonna se impone en los ochenta entre los más moderntolkins con todo tipo de chabacanos complementos de hojalata y demás chatarrería corrosiva: aros en las orejas, hombreras, leggins, cardados imposibles, decenas de pulseras en el antebrazo, cazadoras de cuero con cierres y cremalleras, cadenas... una estética sobrecargada, hortera y churrigueresca que con los años se ha vuelto todavía mucho más ridícula de lo que ya entonces era.
Los varones molones se visten con náuticos, pantalones bombacho, camisas de último botón abrochado, toreras con hombreras y mechas oxigenadas, resaltando su viril bisexualidad, si es que se puede decir así en román paladino.
Las hembras se calzan tacones, leggins ceñidísimos, camisetas con una red-malla por encima y el pelo a lo alcachofa, como la Bruja Avería o Nina Hagen, llenas de complementos musicales y coloridos a destajo.
Un horror, en definitiva. Un insondable horror estético y visual digno de Lovecraft.


Casimiro, Georgie Dann, las cartas de coches y aviones, la Mirinda, los J´Hayber, las bicicletas con dos marchas y esos cascos para escuchar música que te apretaban la cabeza y te la dejaban dolorida unos días son de esas otras cosas de los ochenta que no deben de faltar en ningún museo de los horrores que se precie.

Saludos de Jim y ¡Wipp exprésssssssss!!!

jueves, 7 de julio de 2011

EL DÍA EN EL QUE SE DETUVO EL MUNDO


El día en el que se detuvo el mundo faltaban apenas unos minutos para la medianoche.
Ocurrió de repente, sin que, a posteriori y hasta hoy, ninguna ley o teoría científico-natural haya conseguido desentrañar la naturaleza de aquella extraña singularidad que alteró el curso preciso y continuo del espacio-tiempo.
Pero sucedió. El mundo se detuvo, sin más.

Una ardilla permaneció congelada en el aire, los verdes nervios de las hojas no se mecían en la cálida brisa de agosto, ninguna energía vadeaba ya las fibras de los tendidos de las líneas telefónicas que atravesaban los bosques, las selvas y los mares.
El pianista sostuvo la nota demasiado tiempo. El enfermo entorpeció su enfermedad. Los amantes continuaron entrelazados y desnudos, sin moverse, fuera de sus sábanas, prolongando el placer del calor prestado del adversario. Una mujer se eternizó en la caricia a su querido perro mientras unos niños perseguían inmóviles una pelota amarilla en un jardín apenas clareado por la luna llena y por una cuadrilla de luciérnagas.
Los repartidores de comida no llegaban a la hora y la luz pálida de las neveras iluminaba rostros frenados en su goloso avance sin ninguna explicación.

Todo el mundo fue consciente, dentro de su nueva condición inerte, de aquel hecho, de la anomalía trascendente, del cómo algo totalmente inexplicable les estaba sucediendo por primera vez a todos ellos... algo estaba trastocando el universo sincronizado y la previsible mecánica que movía los hilos de los seres vivos.
Pero lo más extraño de todo era esa sensación, la de absoluta alegría que les recorría de repente la médula espinal- como una descarga eléctrica de fértil e invisible calma- y que parecía fruto de aquella soñolienta y perturbadora quietud.
Algunos aspiraron el aire como si fuese nuevo y estuviesen estrenando por primera vez unos pulmones verdes y limpios para degustar las oleadas de rocío de la medianoche.
Otros se recrearon, extasiados, contemplando desde otra perspectiva unas baldosas blancas, una mejilla sonrosada, la piel agrietada de un limón, el cielo estallado de una tormenta de verano.
Algo, extrañamente, bullía bajo la superficie de las cosas y lo envolvía y engarzaba todo, desde lo más grande a lo que apenas la mirada alcanzaba a acariciar.
Cada pieza de ese universo cobraba ahora nuevos significados, ahogadas ya las prisas y el frenético movimiento humano. Todo estaba sucediendo por dentro, sin palabras ni gestos. Somos como árboles o estrellas, pensó alguien que estaba detenido frente a una antigua máquina de escribir. Somos como árboles o estrellas...

Y en ésas estábamos cuando el mundo se puso en marcha de nuevo.
Todo regresó a su lugar. La maquinaria del tiempo volvió a engrasarse y las ruedas dentadas comenzaron a moverse otra vez con la antigua precisión. Si la pausa duró una eternidad o un microsegundo, o ambos conceptos a la vez, nadie lo sabe.
Los amantes continuaron haciendo el amor, el pianista cambió de nota, la ardilla se posó en la rama, los niños alcanzaron la pelota amarilla.

Han vuelto las prisas, la impaciencia, y hoy casi nadie habla ya de aquel día en el que el mundo se detuvo.
Ni la mujer embarazada que, con los pies dentro del agua de una pequeña piscina de plástico en su jardín, contemplaba la misteriosa luz que bañaba a su madre.
Ni su otro hijo, que yacía sobre la hierba disfrutando de la serpentina tornasolada con que la humedad de la noche vestía una delicada tela de araña.
Pero si uno se fija solamente un poco- no hace falta ser demasiado observador- hay algo distinto en los ojos de la mayor parte de la gente. Un brillo nuevo. Algo que callan. Un ligero destello que antes no estaba.
Dicen que son los mismos, pero algo los ha transformado a todos, aunque ya apenas hablen de ello.
Mientras tanto, las estrellas brillan trémulas en la noche y los árboles silenciosos observan cómo el corazón de algunos hombres late cada vez más despacio y cómo estos se van sentando lenta y ordenamente en la oscuridad cuando llega su turno, aunque ya casi nadie siente temor, sobre todo después de haber vivido en sus propias carnes el pequeño milagro de aquel día en el que se detuvo el mundo y, de repente, todo, absolutamente todo, cobró sentido y las piezas encajaron sin más.
Como un acertijo que se resuelve cerrando los ojos, y solamente despejado en la reconfortante quietud de esa misma oscuridad.


Saludos de Jim.


sábado, 2 de julio de 2011

MAN FROM EARTH-EL HOMBRE DE LA TIERRA


John Oldman, profesor de Historia en la universidad, se reúne con un pequeño grupo de colegas un atardecer en su casa del desierto para comunicarles una extraña noticia: se marcha, abandona la facultad después de 10 años dando clase en ella.
No les da ninguna razón sobre el abandono.
Sus amigos y colegas, intrigados, comienzan a bromear y especular sobre las posibles causas que llevan a Oldman a abandonar una universidad donde es apreciado y valorado por todo el mundo.
La conversación avanza.
En un momento dado de la charla, John hace una extravagante confesión: él es un ser humano, que por alguna excepcional anomalía genética o jugarreta del destino, lleva vivo 14.000 años.
Es un viejo Cromagnon que ha sobrevivido a mamuts, dientes de sable, glaciaciones, hambrunas, luchas tribales... hasta llegar a nuestros días, en un proceso de supervivencia y adaptación evolutiva constante, y que tiene que cambiar de residencia continuamente para no levantar sospechas entre su comunidad por sus inmutables características físicas.
Entre los ocho personajes de esta película hay un biológo, otro antropólogo, un filósofo... todos amigos y colegas de la universidad de Oldman y, lo que al principio comienza casi como especie de broma, se acaba convirtiendo en una suerte de juego intelectual para intentar refutar y/o verificar desde las variadas perspectivas del conocimiento humano que se dan cita en esa cabaña al atardecer la revelación de John Oldman, buscando las contradicciones en su narración, los posibles agujeros negros e incongruencias de su trama....



No cuento más(spoiler), a riesgo de revelar datos y claves relevantes del magnífico desarrollo de esta obra de culto que ya es para algunos aficionados al género "The Man From Earth", obra escrita en forma de relato por el autor Jerome Bixby hace ya algunos años y que Richard Schenkman adapta a la gran pantalla de forma magistral.
Pero la gran pregunta sería... ¿cómo se puede rodar una obra maestra de la ciencia ficción con ocho personajes que durante una noche no salen de una habitación? ¿ Un clásico de hipótesis científicas sin F/X, naves espaciales, batallas intergalácticas, monstruos siderales y sin soles que estallan o invasiones extraterrestres puede resultar mínimante entretenido y/o digerible? ¿ Ocho personas que hablan durante la noche se puede considerar ciencia ficción?

La respuesta, siempre halagüeña, a todos estos interrogantes tiene mucho que ver con un guión soberbio apuntalado sobre un logrado tono crepuscular y trascendente que funciona como un viejo cuento o fábula( de aquellas antiguas que se contaban a la luz de las velas y alrededor de una mesa camilla) y que nos narra con magnética y encomiable habilidad ese peregrinaje de la especie humana desde su larga noche de los tiempos hasta la era de los rascacielos.
Una banda sonora atravesada de fraseos enigmáticos que subrayan todavía más los diálogos hipnóticos y precisos que nos van seduciendo poco a poco, envolviéndonos sin apenas darnos cuenta en esa trama que a primera vista- y desde fuera del contexto sugerente de esa cabaña- nos puede parecer absurdamente alambicada y forzada, pero cuyas líneas discursivas racionalizan de forma admirable y salvan a la perfección todas las posibles fallas de la suspensión de la realidad que este relato fantástico( ¿o no?) pudiera poseer.
Ciencia ficción introspectiva, de ideas, construída alrededor de una de las más fascinantes hipótesis del género: la inmortalidad.

Solamente me queda decir que yo he visto esta pequeña y brillante joya hace ya varios meses y que todavía, algunas noches, me despierto a las tres de la mañana de algún jueves pensando en John Oldman, en las resonancias bradburianas de El Hombre de la Tierra, en el poético y metafísico crepúsculo en el que ocho seres humanos al lado de una chimenea reflexionan sobre su misteriosa condición y naturaleza bajo las mismas estrellas en las que el hombre de Cromagnon se reunía las noches de invierno a tallar huesos de oso para sus útiles de caza y adornos rituales.
Han pasado ya 14.000 años, muchas lunas se han deslizado por el firmamento, millones de seres humanos se han levantado un momento del fango para volver a él poco después... y las estrellas, mientras tanto, ni han parpadeado.

Hay libros, paisajes, personas, películas... que se quedan a vivir dentro de uno, se instalan en insospechados rincones y anfractuosiades, y no se sabe muy bien por qué.
"The Man From Earth" es una de estas raras reliquias que se meten en los cajones de la memoria y dejan poso.
Comprobadlo.

Post Scriptum: Además, de paso, volveremos a ver a William Katt, el protagonista de la mítica serie televisiva de los años 80 "El Gran Héroe Americano".


Saludos de Jim.