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lunes, 31 de marzo de 2014

"TRUE DETECTIVE" O LA IMPORTANCIA DE LA ATMÓSFERA



Estoy escuchando ahora mismo "Far from any road", de la banda The Handsome Family, la canción que forma parte de la sugerente intro de la serie "True detective" y pensando en la importancia de la atmósfera en el Cine.
Además de que parece ser la serie televisiva del momento y de que ya se han vertido océanos de indelebles píxeles sobre ella a lo largo y ancho de todo el ciberespacio, tengo que reconocer que para mí el gran acierto fílmico o técnico de esta serie es, precisamente, el tema de cómo se ha conseguido recrear esa determinada atmósfera de arcano y malsano misterio que esta serie posee.

Y esto, evidentemente, no es casual.
Los tipos que la concibieron y diseñaron estuvieron haciendo los deberes, las cosas bien, con endiablada precisión, ¡sabían lo que hacían!, y eso se nota en los constantes detalles y referencias literarias: el dios Moloch, los pantanos de Nueva Inglaterra de Lovecraft,  la Carcosa de Ambrose Bierce, alguna que otra referencia sutil a Aleister Crowley, al fantástico del XIX(casi presagiando ya el Pulp) con el que se homenajea a Robert W. Chambers y a su libro de relatos "The King in Yellow"- el aludido Rey Amarillo al que constantemente se hace referencia a lo largo de la serie- y que fue publicado en 1885, etcétera.

De ahí que a los amantes del fantástico, terror y el pulp clásicos todo nos resulte tan familiar y, a la vez, tan seductor y obscenamente insinuante.
La atmósfera no solamente es el clima, el ambiente, las señales en el aire que forman los estorninos para el detective Rust Cohle, que también, sino una medida de presión(es física básica) que va apoderándose del alma y espíritu de la pareja detective y de todo cuanto les rodea, y que tiene que ver con extrañas iglesias abandonadas en medio del bosque, con asesinatos rituales, con cultos ancestrales y viejos ritos impronunciables.

Mientras disfrutaba viendo cómo los detectives Rust Cohle y Martin Hart se internaban a través de sus propios e intrincados laberintos interiores y, de paso, se cruzaban en sus investigaciones con predicadores alcoholizados, violadores de niños, dementes, habitantes de los pantanos, mujeres con cuernos de ciervo amarradas a gruesos árboles... yo también pensaba en Lovecraft, en esa excelente "La cosa del pantano", de Alan Moore, en "Deliverance", en Robert Erwin Howard, en las viejas religiones y mitos, en Valdemar, en algunos admirables pasajes Bíblicos, en los sinuosos caminos que toman en el universo el Bien y el Mal(¡con mayúsculas!), en los relatos del inconmensurable Clive Barker, en "Muerte en los pantanos", de Nicholas Ray, etcétera, etcétera... y etcétera.

"True detective" se basa en la fundamental importancia de la atmósfera, de lo etéreo, de lo que nos puede aguardar agazapado bajo las sucias aguas de los inaccesibles pantanos, de la  oscuridad que envuelve a la mente humana, de los sonidos que nos trae la noche y de esas cosas, apenas perceptibles, que nos rozan en la oscuridad.
La naturaleza, el paisaje, es determinante, nos sugieren un propósito, son senderos que se internan en lo infinito, en la geometría de líneas retorcidas de la existencia.
La resolución o no del caso es un simple McGuffin a lo Hitchcock para poder contarnos todo lo demás.

A mí "True detective" me ha transmitido esa sensación de asombro que tiene su origen en lo oculto, como el buen fantástico, y me ha devuelto la fe en esos hombres que, bajo las estrellas, intentan encontrar un propósito- cualquiera, aunque sea más allá de su limitada comprensión- por el que seguir viviendo.

Así que es evidente que tengo poderosas razones para recomendarla desde aquí a todos vosotros, inteligentes lectores y espectadores frecuentadores de este humilde blog.


Saludos de Jim y... ¡bienvenidos a Carcosa!

sábado, 29 de marzo de 2014

¡YO DE MAYOR QUIERO SER COOLHUNTER!




En los tiempos pretecnológicos casi todo el mundo era un poco hortera. Que si pantalones elásticos Lois marcando huevera apretada o ranura vertical de la hucha, dependiendo del sexo; que si tipos con bigote y camisa abierta mostrando el matogrosso, bien rizado y oscuro, de ese pechopelambrera que paseaban heterorgullosos por el barrio con su mariconera siempre en la mano; que si esclavas doradas con el nombre grabado de "María del Carmen" y cadena de oro a juego(los horteras siempre han sido mucho de llevar oro encima)... o que si gente en la playa con bañadores-tanga mínimos que dejaban a la vista del horrorizado espectador cuerpos tan desagradables y grimosos que incluso, tras su fallecimiento, fueron donados a la Ciencia y ésta se los devolvió a sus familiares para no tener que tocarlos.

El gen del horterismo fue pasando así, muy disimuladamente, entre las distintas generaciones y mutando hacia esas nuevas y perfeccionadas formas que alcanzó durante los fabulosos años ochenta- La Década de las Lentejuelas- en los que se propagó por los barrios de aluvión de las ciudades españolas la fiebre del chandalismo, el maillot, los calentadores a lo Eva Nasarre, las corbatas de perla, las toreras para hombres, los pendientes del cristo crucificado o la coleta torera tipo Miguel Bosé, que es el actor principal de esa obra maestra del fantástico español que es "El caballero del dragón".
El chándal es hoy, por ejemplo, una prenda básica imprescindible y muy urban casual que se puede combinar sin mayores problemas con zapatos de borla o tacón de aguja, con jerseys de cuello redondo, camisas de cuadros, etcétera.
El horterismo le debe mucho tanto al yonqui de la plaza como al vigoréxico chandalero de gimnasio de los ochenta, que prestigiaron y defendieron con orgullo y dignidad esos chándales de felpa Adidas de cremallera en el tobillo, con su camiseta New Balance sin mangas por debajo.

Un fenotipo es una manifestación externa de un conjunto de caracteres hereditarios que dependen tanto de los genes como del ambiente, así que el horterismo en este sentido es un tanto fenotípico y representativo de cada época, momento puntual y tendencia que ha sido asimilada por los distintos e interrelacionados grupos sociales, que suelen compartir orgullosos las mismas etiquetas, símbolos gremiales e imágenes "diferenciales" de marca, aunque en estos tiempos de modernidad horterista líquida más recientes parece que la cosa se ha homologado un poco.
Hoy, ya desde hace algún tiempo, desplazado ya el fenómeno periférico y muy de mercadillo de barrio/ Primark(¡¡un kilo de bragas a cinco euros!!!) de ese universo del mal gusto que es lo choni/cani/poligonero -¡y que tantas satisfacciones nos ha dado a los apasionados observadores de la inquietante dimensión de lo hortera!- parece que la tendencia que al final mejor ha cuajado es la del horterismo 2.0 y Social Media un poco más glam, con sus gurús cazadores de tendencias peinados a lo Boy George, esos diseñadores de moda que parece que se han vestido a oscuras y que cuando hablan uno piensa que sus madres tienen que estar cobrando una pensión del Estado por lo de sus hijos, o esos influenciadores coolhunters con sus blogs de moda en los que salen fotografías de personas humanas que otean con "mirada azul acero"(ver "Zoolander") el horizonte de fachadas y antenas de sus barriada vestidos con unas chanclas rosas, bermudas a rayas, una camisa con borlas y una americana naranja que parecen sacados de una película lisérgica de Tim Burton.
El buen coolhunter-el que más seguidores tiene y el que se cuelga un calzoncillo sucio en la cabeza cuando está borracho, sube la fotografía a twitter y ya es trending topic mientras la gente corre a ponerse calzoncillos sucios en la cabeza para ser igual de cool que su gurú de la moda 2.0- tiene que fingir siempre esa pose de intenso de la nada mientras habla de sus trapitos horteras de colorines y de sus looks infames que generalmente están etiquetados bajo nombres en extranjero de esos que aparecen en la revista "Mujer de Hoy" que dan los sábados con el periódico: trendy, urban casual, chic-hippie, chic-preppy... 

Aunque para mí que el rollo, más o menos, va de lo de siempre: hacer caja, jastar os cartos(que decía mi abuela de Monforte) o como ahora lo denominan los modelnos: ir de Shopping.

Yo tengo que reconocer que ya me pierdo un poco entre ese horterismo cum laude de tanto tatuaje chabacano de jugador del Real Madrid y camiseta ceñida de lycra, o de metrosexual florecilla con pantalón por los tobillos, camisa abotonada hasta el cuello y gafas de sol -que casi les cubren todo el rostro- rematadas por un flequillo a lo Alfredo Amestoy.
Por lo menos las chonis y poligoneras todavía se hacen selfies sexys, marcando canalillo, en el espejo del baño de casa de sus padres, de sus hijas o de una amiga(se ve siempre el váter con la tapa abierta al fondo), lo que a los vapuleados heteros todavía nos anima un poco la moral en estos tiempos ominosos y oscuros para los que todavía nos vestimos por los pies con pantalones vaqueros y camisetas del Carrefour sin más adornos o complementos que un reloj digital Casio... como mucho.

Aunque también es posible que una tarde me entre el gusanillo y me dé por visitar a un coolhunter de esos para que me enseñe a combinar colores y complementos y a lo mejor me haga un look setentero con pantalón en tonos camel y beige, botas altas, un maxi-jersei de punto y un abrigo en tono lila con mucho pelo.

Mientra tanto, toca aguantar mis pantalones de pana marrón y mis camisetas blancas lisas.

Saludos poco tendenciosos de Jim.