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viernes, 17 de enero de 2014

LOS CHICOS QUE COLECCIONABAN TEBEOS



Hay que decir que esta es una novela cuyo mayor atractivo reside en el hecho de llegar a reconocerse como parte de aquellos chavales que durante los remotos años 70-80 frecuentaban con impaciencia los kioscos en busca de la última entrega de alguna de sus colecciones favoritas de Vértice, Zinco o Fórum; aquellos niños con zapatillas Paredes y anoraks amarillos y azules que se arremolinaban alrededor de algún portal de barrio para intercambiarse tomos de Super Humor de Bruguera o Supermanes de Novaro, la mítica editorial mexicana.
De lo que este libro habla básicamente es de la amistad, del amor compartido por los tebeos/cómics y de la necesidad del ser humano de ser alimentados por la fantasía, por la fábula y la ficción, tan necesarias para nuestra naturaleza intelectual como el agua o la comida para la condición física.

Personalmente, tengo la impresión de ser el autor- de tan interpelado íntimamente que me siento- de esta novela, pues yo también fui uno de esos chavales apasionados desde que tenía uso de razón por este Arte secuencial, narrativo y popular que es el tebeo. No recuerdo bien si todo comenzó con los Olés de 13 Rue del Percebe, con las aventuras de El Corsario de Hierro(en el Mar de los Sargazos), con el Fantasma de Lee Falk o con los Spiderman de Bruguera, pero todavía tengo tan fresca la excitación que me hormigueaba por dentro cuando me hacía con los Batman de Novaro o subía a casa algún sábado noche con una buena pila de tebeos, para leer en cama, que había ido intercambiando con los amigos del barrio.
Rememoro perfectamente la intensidad de ese pequeño placer que me producía la promesa de evasión, fantasía y mundos heroicos que me aguardan dentro de aquel montón de tebeos cuya lectura todavía tenía por delante... ¡cuánta expectación y fascinación conseguían despertar en mí aquellos sueños baratos y mal grapados y aquellas noches de aventuras en la penumbra de un cuarto con vistas a patio!

Y así fue que junto a amigos que compartían esta pasión como Robert, Arturo o Andrés me dediqué a vivir semana a semana aquellas Guerras Secretas, viajando junto con los 4 Fantásticos a aquellas improbables Zonas Negativas y microversos a las que nos llevaba John Byrne, sufriendo por Tía May junto con el viejo trepamuros o saqueando exóticas ciudades enjoyadas dentro de la cobriza piel de un bárbaro cimmerio.
Ahí estábamos nosotros, los niños que coleccionaban tebeos, resguardándonos de la realidad de las bolsas de pegamento, de las aceras sucias y de los padres en paro de los años ochenta en un barrio obrero. La ficción como amuleto que nos protegía del desencanto y de la agrisada existencia barrial y nos hacía habitar la piel de intrépidos héroes que saltaban por los tejados de oscuras ciudades para proteger a los ciudadanos desamparados.

Los chicos que coleccionábamos tebeos salvamos cientos de veces al mundo, peregrinamos por mil exóticos planetas, ganamos todas las batallas, amamos a las mujeres más bellas... y quizás en esa falsificación necesaria de la realidad, en esa búsqueda incesante de lo puro, de lo sublime y de lo perfecto... lo que de paso fuimos adquiriendo, interiorizando inconscientemente, fue también una ética, unos principios y unos valores sobre determinado sentido del honor y de los ideales a los que aspirar, que siempre y en un futuro tendrían que ver con la defensa del más débil y necesitado.
Quizás fue ese una especie de aprendizaje primero, de ética aplicada sobre unos modelos y arquetipos míticos muy concretos en los que verse reflejados.

Los chicos que coleccionábamos tebeos pasamos aquellos, ¡ahora tan lejanos!, años preguntándonos quién era más fuerte, si La Masa o Superman, mientras pateábamos los kioscos del barrio en busca de más dosis de aventura, enviando cartas a los correos del lector, viendo pasar las tardes sentados en un portal mientras hablábamos de Bullseye y Kingpin, de la renovada etapa de la Patrulla X de Claremont, de cuál era el mejor dibujante de Conan(si Buscema o Barry W. Smith) o despotricando contra las subidas de precios de 5 ptas de Fórum.
Es cierto que de día vivíamos en un barrio coruñés humilde llamado Agra del Orzán, pero tampoco es menos cierto que había noches en las que nos paseábamos por los tejados de Manhattan combatiendo contra peligrosos criminales disfrazados de rinoceronte o nos veíamos metidos de lleno en alguna batalla sideral Kree-Skull.

O sea y en definitiva, que si creciste, como yo, como algunos de nosotros antes de este nuevo mundo hipertecnificado y virtualizador, leyendo tebeos... ¡éste es tu libro, pues en sus páginas encontrarás parte de tu vida, de tus recuerdos, de tu historia!
Y la verdad es que nunca dejamos de habitar aquellos multiversos en los que tan felices fuimos de niños... 

Por los viejos amigos que coleccionaban tebeos, por Crom y por el Profesor Xabier... ¡no dejéis nunca de habitar esos sueños que nos hacen más humanos, más sabios y un poco mejores!

Saludos de Jim. 


P.D: ¡Es la hora de las tortas!


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