Ouka lele fue en principio una constelación imaginada por El Hortelano para ser pintada en uno de sus cuadros hasta que una noche una tal Bárbara Allende Gil de Biedma tomó prestadas unas gotas de esa luz amarilla para hacerse artista. Fotógrafa( o sea, poeta y pintora) de los colores, para más señas.
Habrá que decir- como datos meramente anecdóticos en un artista; o sea, biográficos- que Ouka Leele es prima de política de primera fila en Madrid y sobrina de ese noveno novísimo cónsul de Sodoma que escribió un día aquello de: " nada hay tan dulce como una habitación para dos, cuando ya no nos queremos demasiado...".
Ouka Leele estuvo en los 80, en la Edad de Oro del plexiglás y el pop-decó, con movidas o sin ellas, planeando sobre las rugosas depresiones, llanuras y ensoñaciones del arte más popular y dicharachero con toda la tribu de Mariscales, Garcías-Alix y Almodóvares varios de fondo.
Un día le ganó la batalla a un cáncer, otro ganó algún que otro premio y hace poco hasta le rodaron una película.
Pero lo esencial aquí es que en Ouka Leele habita la luz excesiva y madrugadora de los primeros hilos de una mañana psicodélica de junio. El filtro Warhol, el cromatismo saturado y en technicolor sobre el que una tal Dorothy daba saltitos para recorrer el camino de baldosas amarillosas, que no amarillas.
Y es que en el universo Ouka Leele las tortugas también son azafranadas, limonadas y doradas; los cuerpos desnudos sobre texturas malvas se confunden con las miríadas calidoscópicas de pétalos verde lima, de descargas albaricoque o semillas azul de Prusia.
Será la sobreexposición a esa luz y sus propiedades curativas del alma mediante técnicas de armonía cromática, sinestesia aditiva del color o cromatología iconolingüística lo que produce la implosión de luminosas chiribitas en el nervio óptico.
O será algo mucho más simple e intuitivo- y a la vez resumido para nosotros, los profanos- que todo eso: sencilla y pura alegría, el disfrute de esa luz y colores que hacen que atravieses los pasillos de la simple percepción y que en las manos, los ojos, se te vuelvan flores y olores las texturas, los colores.
Alegría, luz y vida. Toda esta deriva por los suntuosos canales pigmentados de Ouka Leele conduce a ellas.
Ouka Leele y sus limones y tortugas doradas como conjuro contra la opresiva melancolía y desencanto con que las nubes gris ceniza del presente nos amenazan.
Saludos de Jim y arriba la fotografía pictórica.
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