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miércoles, 9 de noviembre de 2011

LA GRAN NOVELA AMERICANA TAMBIÉN ERA UN CUENTO


La antigua y anhelada pretensión de muchos autores norteamericanos de escribir eso que llaman La Gran Novela Americana viene a ser un poco cómo tratar de capturar a la gran ballena blanca de Melville para meterla en la diminuta pecera que tenemos sobre el hule estampado en la mesa de la cocina, intentando de paso que el mitológico cetáceo comparta estrecho piélago con esa carpa marmórea y medio putrefacta que flota sobre los diseminados restos de comida.

Esa utopía literaria inviable de intentar condensar en unos cuantos cientos de páginas el ambicioso cometido de testar y radiografiar con éxito toda la complejidad- en ocasiones mítica; la mayor parte de las veces vulgar y cotidianamente mítica- de esto que se ha venido en llamar modernidad(desde la post-revolución industrial hasta la sociedad líquida de Bauman) ha resultado la mayor parte de las veces un ejercicio interesante de estilo y técnica literaria contempóranea, ciertamente rupturista en algunos aspectos con respecto a la novela conservadora tradicional, pero incapaz de aprehender por sí misma, en un único tomo o en un par de ellos, toda la sustancia, naturaleza y huidiza complexión de los tiempos que nos ha tocado vivir, por eso para tener una perspectiva mínimante sustancial del asunto es necesario un sumando de muchos títulos.



Así que el concepto de Gran Novela Americana me resulta particularmente interesante-más allá de la cuestión de marketing del mercadeo cultural y las ventas- por varias razones:

1- A pesar de tener un cáracter nacional y un espíritu eminentemente norteamericano, hay rasgos específicos de esta exploración literaria que adquieren la condición de universalidad, pues no hay que olvidar que parte de los patrones y esquemas mentales, éticos, políticos, culturales, etcétera, en los que nos movemos actualmente nos remiten a esa cosmovisión mítica y pragmática( a partes iguales) de los EEUU como epicentro influyente y colonizador de eso que hemos dado en llamar modernidad: democracia, liberalismo, liberación de la mujer, sociedad de consumo, idealismo, derechos civiles, rebeldía, multiculturalismo...
La complejidad de las nuevas relaciones humanas, la soledad y la pérdida (y búsqueda) de una nueva identidad grupal y/o personal, o la alienación del individuo en la recién inaugurada sociedad industrial y tecnológica forman parte del mismo itinerario mítico e imaginario occidental que exporta el país de las oportunidades y de los patriotas satisfechos al resto del mundo.
Las antiguas fórmulas conservadoras quedan superadas gracias a la asunción uniforme de estos principios por la mayor parte de naciones occidentales, compartiendo sustrato moral, ético, cultural, científico e ideológico básico.

2- La Gran Novela Americana tiene que ver, como ya he dicho, con la modernidad. Y la modernidad tiene muchísimo que ver con lo que Paul Ricoeur ha dado en llamar los tres maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud(aquí yo también incluiría a Darwin, otro adalid de la modernidad).
Los cuatro revolucionaron con sus teorías el pensamiento y la concepción que de sí mismo tenía hasta la fecha el ser humano, como anteriormente lo habían hecho Sócrates, Descartes o Hegel:
"Los tres tienen una visión materialista y evolucionista del ser humano. Puede decirse que los tres son naturalistas: ven al hombre como producto de la historia (Marx), de la evolución de las especies (Darwin), o condicionado por sus instintos y el ambiente (Freud)"(Paul Ricoeur).

Así que entiendo que gran parte de esa condición que la Gran Novela Americana tiene de denuncia de la falsa conciencia, de la ideología burguesa, del análisis de las relaciones humanas desde la actividad inconsciente, las represiones, los sueños, las frustraciones, la pérdida de Dios, la huida constante hacia adelante, la búsqueda de algo inasible, la nostalgia de un futuro improbable... tienen que ver con estos maestros de la sospecha, rupturistas en su momento con el adocenado y conservador orden de pensamiento pre-industrial.


3- En la cuestión estrictamente literaria, lo que se ha dado en llamar por la crítica la Gran Novela Americana tiene que ver con el riesgo, con la superación de las viejas fórmulas. Una literatura exploradora y experimental que revela las contradicciones íntimas de la sociedad moderna y de sus personajes, amenazados siempre por el vacío cotidiano, la falta de puntos de fuga y asideros existenciales. Un artefacto narrativo audaz que, sobre todo, habla de los anhelos indefinibles que forman parte de la naturaleza del ser humano en el marco de esta fugaz modernidad huérfana de dioses y de sus constantes: violencia, ruptura, inocencia, deriva, amor y desamor, sacrificio, huida...
La riqueza y complejidad de las narraciones y sus personajes, la superposición de niveles de lectura y la experimentación con el lenguaje y la técnica narrativa forman parte de los ingredientes de esta novela norteamericana contemporánea y la podemos encontrar en numerosos maestros, desde Melville y Twain hasta Kerouac, Faulkner, Capote, Salinger o Steinbeck, pasando, como no, por el medio de Dos Passos y los más actuales David Foster Wallace, Franzen o Don DeLillo.



Novelas referenciales como "El lamento de Portnoy", "Reflejos en un ojo dorado" o "El gran Gastby" son esenciales a la hora de tratar de formarse una idea sobre de qué va esto, aunque yo siempre he sostenido y sostengo que las más nítidas, detalladas y acabadas radiografías de las relaciones humanas y sus anhelos indefinibles están encartadas en minúsculas piezas de orfebrería literaria de artesanos como Raymond Carver, Richard Yates, John Cheever, Richard Ford, Lorrie Moore, Flannery O´Connor o Capote(aquí también incluiría ese gran recopilatorio de cuentos amateurs de Paul Auster que es "Creía que mi padre era Dios").

El gran físico de la cuántica Max Planck dejó establecido que la energía se radia en unidades pequeñas denominadas "cuantos".
Y los cuantos y los cuentos, de lo micro a lo macro, tienen también mucho que ver con La Gran Novela Americana, porque algunos de los signos sensibles e imágenes indivisibles que contienen solamente veinte páginas nos dejan la íntima certidumbre de que la lógica interna de los universos esféricos y perfectos no siempre tienen que ver con el tamaño de su ambición.
La pretensión de exhaustividad no entiende de páginas y acumulación de signos. Esto de la Literatura, de la exploración de la realidad circundante y no circundante, funciona de otra manera.
Mucho más cuántica y, por supuesto, muchísimo menos predecible. La culpa la tienen esas partículas subatómicas que son las letras y los fenómenos impredecibles que su unión y fusión desencadenan.


Saludos de Jim y ¡¡viva el gran cuento americano!!

1 comentario:

JLMR dijo...

Me ha interesado el texto. Añade a l a Philip Roth y Thomas Pynchon.