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jueves, 21 de octubre de 2010

YACEK YERKA Y EL COCHE-COCODRILO


Es bueno recordarlo de vez en cuando. Somos imaginación, habitamos también, y sobre todo, en los espacios intangibles, en los lugares más exóticos, orbitando siempre alrededor de lo invisible, intentando descubrirnos a través de las vaporosas entretelas de la realidad y la ficción. Estamos traspasados de latitudes desconocidas, de estancias desconcertantes, de brillos propios que apenas intuimos. Anudados como raíces a las estrías de lo ignorado, a las extrañas bestias, planetas y paisajes que alguna vez soñamos en la oscuridad, a los bosques tenebrosos en los que se fraguan nuestros temores de medianoche. Así que, de vez en cuando, los laberintos de la imaginación se convierten en atajos hacia ciudades que reptan sobre el lomo de algún titán, hacia locomotoras que vomitan flores, hacia enormes camaleones-reloj o hermosos coches-cocodrilo. Los espacios en los que deambulamos no se limitan a la pútrida carne, a los contaminados riñones, a la egoísta soledad que nos rebaña los huesos día a día. La imaginación es una potencia inagotable, nutricia y todopoderosa que nos desborda como seres individuales y nos anuda, como una hebra milagrosa, a los demás, a la percepción del mundo, al sentido inagotable del tiempo, de todo lo que ha existido, de todo lo que existe y de todo lo que dejará de existir en un momento dado(nosotros mismos, como seres individuales, por ejemplo).
Y es que más que nada somos aquéllo que nos trasciende y Yacek Yerka, este gran dibujante y pintor polaco, lo sabe, y también sabe que estamos hechos de la misma materia que los sueños, por eso Yacek desde su fértil imaginación consigue retratar a la perfección en sus sugerentes imágenes algunas sensaciones muy personales que remolcamos dentro, como toda la luz, los veranos que ya no estarán, las hojas caídas y la lluvia acumulada que nos empapa un poco más a medida que el reloj hace tic-tac. Todos esos sentimientos y secuencias emocionales que sin querer hemos ido coleccionando con el paso de los años en nuestro interior -dentro de un blando baúl cerrado bajo doce gruesas llaves- pueden salir a flote en un momento al contemplar de nuevo algunos de estos paisajes interiores.

Porque, ¿quién no se ha dado alguna vez un paseo por una cocina llena de maleza o subido en un coche-cocodrilo justo antes del amanecer?












Saludos de Jim y a disfrutarlos.

2 comentarios:

inma dijo...

Genial
Gracias
...

Anónimo dijo...

Ya voy por octubre, FANTÁSTICO, gracias