"EL BLOG MÁS LEÍDO EN CÁCERES SEGÚN EL ÚLTIMO EUSKOBARÓMETRO"

sábado, 16 de mayo de 2009

UNA CANCIÓN Y UN POEMA PARA UN SÁBADO LLUVIOSO

Pues algo tan simple como compartir una canción de Luis Pastor que lleva acompañándome mucho tiempo y una poesía que escribí una tarde de primavera, cuando vivía solo en una gran casa, rodeado de libros, viejos discos, plantas moribundas y cómics por todos los lados.
Siempre he pensado que entre la alegría y cierta tristeza sosegada y profunda no hay tanta diferencia.
Se puede vivir conscientemente en ambos estados a la vez y aprender mucho de ellos. Dejarnos invadir por su levedad y peso, gravitar sobre nuestras luces y sombras y enriquecernos en el trayecto, en ese agridulce viaje de la vida, mientras tanto.

Hoy es sábado, mi día favorito de la semana desde niño. Los sábados huelen distinto, mejor, a limpio. Como a un diluvio de hierbabuena. El cielo está nublado. Llueve. Abro la ventana y canto y toco (a mi pobre manera) un par de canciones con la guitarra. Veo varios cactus en un balcón. Los paseos de los paraguas me inundan de una sensación, muy grata, de placidez y leve melancolía. Hoy podría ser un día perfecto para caminar bajo la lluvia, para perderme en la ciudad sin un rumbo definido. Para visitar los muelles y ver los barcos oxidados zarandeados por el océano e imaginarme en lejanas travesías; un día para atravesar el Parque y palpar los troncos húmedos y acariciar las hojas agradecidas; para tomarme un café en cualquier bar y entrar después en alguna tienda de libros y objetos de viejo (El Baúl de Los Recuerdos sería perfecto) a rodearme de aquéllo- libros, tebeos, objetos antiguos, discos, carteles de viejas películas...-que me hace más feliz. Para ocultarme entre las cosas en las que mejor me reflejo y reconozco.
Y es que los sábados duran lo doble. Hasta me daría tiempo a tomar una cerveza con un par de amigos mientras llueve fuera y a llegar a casa y volver a ver "El Crepúsculo de los Dioses" o " Eva al Desnudo" en esos blancos, grises y negros inmaculados con que se acicalaban los sueños en el viejo Hollywood.
O mejor un musical en chillón technicolor con Gene Kelly saltando entre los charcos.

Lo que quiero decir es que se puede ser feliz sin estridencias ni aspavientos, bajo la lluvia tenue de un sábado, irrigado por la melancolía o no, tomando una guinness con dos amigos, paseando sin rumbo, visitando los lugares que nos quieren y se alegran de vernos, leyendo a Pedro Juan y su Habana vieja o metiéndonos en el cine a disfrutar de las alturas de Man On Wire.
Cada un@ tiene su receta. Pequeñas cosas, grandes placeres. Agua y luz, café y libro, película y pijama, risas y amigos, paraguas y camino...
Un sábado es un día para esto y más. Cabe todo. No es un día para desperdiciar.
Nos merecemos más sábados lluviosos de primavera y menos lunes de rutinario trasiego productivo.
Y más espacios para nosotros mismos, para darnos cuenta de que la alegría más profunda y duradera no tiene demasiado que ver con todo este artificio compulsivo de exhibicionismo en el que nos quieren hacer vivir ni con esa estridencia gratuita y aparente con que demasiad@s tratan de ocultar su soledad, indigencia emocional y desamparo existencial.




ALEGRÍA

Cuando hay alegría los perros son más dulces,
las chaquetas sientan bien,
las aceras son siempre nuevas.

Cuando hay alegría los niños no molestan,
se saborea de otra manera un cigarrillo
y uno se lava las mejillas con jabón de glicerina
y duerme toda la noche limpio.

La alegría te mete saltamontes verdes en el pecho,
te sube al ring y te arrincona contra el sol;
te hace dar vueltas alrededor de los parques
y de las mujeres
y reírte solo en el cine.

Con la alegría te cepillas los dientes unas veinte veces al día,
te tomas sonriendo el café triste del bar de la esquina,
visitas a la familia y ni siquiera les pides dinero.

La alegría te hace tan feliz que besas a las monjas y a las ranas,
que llegas a las citas puntual,
que saludas a los idiotas
y ya ni lees porque crees que lo sabes, de repente, todo.

Cuando hay alegría se evitan los periódicos y los restaurantes de comida rápida,
se olvidan las estadísticas sobre asesinatos y divorcios;
se excusa uno del tedio de los museos, de los poetas venecianos
y de las consultas de los astrólogos.

La alegría es un big bang de verdes, estrellas y luz
que nos fertiliza por dentro
y orienta dentro del laberinto que fuimos, somos y seremos.
Hasta que todo haga nuevamente catacrack!!, claro.

Saludos de Jim.

3 comentarios:

TEMIS dijo...

Me ha emocionado mucho tu escrito, ya no digamos el poema. Como bien se dice, los placeres son como los alimentos, los más sencillos son los que menos cansan. Los sábados son esos días en los que recuperas tu identidad y te dedicas a ti mismo, olvidándote de todo aquello que te absorbe las energías y el sueño el resto de los días. Es algo muy parecido a la felicidad, da igual que llueva o haga sol, cuando llueve te vuelves melancólico, quizá porque te parece que el mundo está llorando y por empatía, no te atreves a sonreír, cuando hace buen tiempo, te adhieres a la alegría general, y hagas lo que hagas, por simple, o absurdo que sea, te hará sentir bien. Yo soy de las que cree que la felicidad se compone de pequeñas cosas cotidianas, sin mayores aspiraciones, un paseo por el mar, una tarde con amigos, un buen libro o una peli de esas antiguas con actores elevados a la categoría de mitos, tener salud...ojalá hubiera más gente como tú, no cambies nunca!

Jim Alegrías dijo...

Exactamente, amiga Temis, si vamos agregando a nuestras vidas esos pequeños placeres que comentas, al final tendremos algo muchísimo más grande e importante: otorgar un sentido definido y sólido a nuestra existencia cotidiana.
Una suma de mínimas felicidades con las que obtendremos un resultado por el que sí haya merecido la pena este viaje.
Por lo menos un poco.

Viva los sábados!!!!!!!!

Saludos de Jim, Temis.

charly way dijo...

Muy bueno el poema...yo ya sé que tu escribes bien cuando quieres.