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martes, 5 de mayo de 2009

WATCHMEN O QUIÉN VIGILA A LOS VIGILANTES


A raíz del estreno de la adaptación de Zack Snyder, se ha hablado y escrito mucho sobre Watchmen últimamente.

Tengo que confesar que todavía no he visto la película, pero soy un admirador de la obra de Alan Moore desde hace mucho tiempo. Su etapa en "Swamp Thing" es excelente; su "From Hell "de lo mejor que se ha escrito en los últimos años en materia de cómics... y Watchmen- su obra cumbre hasta la fecha- ha significado un antes y un después, un determinante punto de inflexión dentro del género superheroico, subgénero vinculado a la ciencia ficción.

Otro día intentaré desarrollar el porqué de mi querencia desde niño a esos tipos y tipas enfundados en trajes de lycra superceñidos que se pasean por tejados y luchan por el bien y la justicia, aunque tengo que decir que ni yo mismo lo tengo claro y que estas aficiones mías bien se puede considerar que competen más a especialistas en psicopatologías o parafilias que al pobre conocimiento que este escribidor tiene de sí mismo y sus inclinaciones.
Quizá todo esto tenga que ver con lo que decía Malinowski sobre el hombre primitivo, que se movía en dos órdenes de realidad: el racional y el mágico. Por ahí pueden andar los tiros.

Pero el hecho de la trascendentalidad de Watchmen a partir de su publicación en doce cómics mensuales en el año 1986 por la editorial DC tiene que ver con la sólida irrupción en la narrativa gráfica de unos personajes dotados de superpoderes o habilidades sobrehumanas- género éste ya clásico en la literatura de ciencia ficción- que representan parte de los complejos matices y contradicciones que posee la naturaleza humana. Alan Moore y Dave Gibbons reconceptualizan el viejo género superheroico, perfilando a personajes como El Comediante, Búho Nocturno o Rorschach como seres humanos que arrastran sus vicios, fracasos y paranoias por un trasunto de ciudad de Nueva York y un mundo en plena guerra fría en el año 1985 y en el que alguien está asesinando a los miembros retirados de un viejo grupo de vigilantes.
Moore remata con elegante picana a los personajes planos, maniqueos y arquetípicos hasta la saciedad ,y el retortijón, de la llamada Edad De Oro. Si a partir de Auschwitz resulta complicado escribir poesía, a raíz de Watchmen resulta absurdo volver a las viejas historias de pim pam pum, gana el malo en un primer momento, pim pam pum, gana el bueno y salva el universo sin despeinarse.

El cómic superheroico se hace adulto con Watchmen, aunque el probable oxímoron "superheroico y adulto" es discutible. Hay precedentes en la historia del cómic superheroico, pero no con la inteligencia creativa y la potente técnica visual y cinemática de esta obra maestra. Moore dota de una renovada modernidad a los personajes, subvirtiendo los mitos fundacionales, los símbolos, los fines morales... ahora el peligro es el mismo vigilante. El antaño impecable, honesto y moral superhombre nietzscheniano se agrieta ante los ojos de los sorprendidos lectores y las tinieblas, los dilemas morales y las dudas existenciales lo invaden por dentro.
De repente, el desasosiego se hace un hueco en la rutinaria estela de los vigoréxicos abanderados. Como en Funny Games con la irrupción de los dos inmaculados golfistas en medio del anodino edén burgués.

Alan Moore tiene la costumbre de elaborar sus guiones aderezados con numerosos guiños y alusiones a la cultura pop, a la literatura, a la política, a la magia( no por nada es él mismo un Mago del Caos), a recursos retóricos posmodernistas como la ficción dentro de la ficción, etcétera.
Su aspecto físico recuerda al del primer Ian Anderson (Jethro Tull) y se dice de él que es un tipo misántropo y algo excéntrico, aunque sólo hay que leer maravillas como From Hell, V de Vendetta o Watchmen para darnos cuenta de que estamos ante uno de los más grandes narradores que ha dado el cómic en toda su Historia, lo que no es baladí para quien conozca un poco este mundillo, más allá de los clichés y el desconocimiento con que en el mundillo cultural y los medios de comunicación se trata (o no se trata, directamente) a este mi amado y vilipendiado noveno arte.

Saludos secuenciales de Jim.

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