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sábado, 5 de septiembre de 2009

POEMAS EN SERVILLETAS


A veces escribo pequeños poemas en los bares, en servilletas de papel, tomando un café con leche, o en algún trozo de cartón de tabaco que encuentro en el suelo( no fumo).
O en una libreta que tengo en casa, que siempre me la olvido cuando salgo... o en lo que sea.
Siempre me salen los párrafos torcidos, las palabras con tachones, los versos demasiado libres, salvajes y esquivos.
Y siempre hago dibujitos al lado de árboles o casas o pájaros o soles, como de niño pequeño, pues dibujo muy mal.

Creo que la poesía nos abre espacios a los que no llega la prosa, nivela los tortuosos senderos por los que transitamos, nos ayuda a comprender un poco mejor la belleza inexplicable de lo ininteligible, de aquéllo que nos trasciende. Es como tener a mano un plano en mitad de un vasto laberinto o de una gran ciudad desconocida. El GPS de los que a menudo nos extraviamos en cada tormenta, bajo la lluvia del atardecer.

La poesía deja al descubierto los mecanismos ocultos sobre los que gira el motor de la existencia, nos informa del volumen de sueños, te quieros, te deseo, olvido, desencanto, soledad, que cabe en un estómago.
La poesía es un hermoso exorcismo que nos libera del desconcierto de existir. Un manual para fabricar universos, ensamblar lunas, detener los recuerdos, regar de mariposas, agua y estrellas cada una de las oscuridades que contenemos.
Un atajo para llegar antes a nosotros mismos, en definitiva.

Bueno, lo que os decía, a veces escribo pequeños poemas en los bares, en servilletas de papel...


UN COCHE VERDE HIERBA


Tenían un coche verde y limpio,
parecía pintado con cristales de hierba,
y eran tan jóvenes
y se querían tanto que dolía.
En ocasiones dormían desnudos
en cualquier parte y conducían por carreteras por las que parecía que
nadie hubiese pasado jamás
y hacían el amor, constantemente,
bajo los planetas,
las estrellas,
la brisa cálida de las partículas que
se evaporaban hacía ninguna parte
desde el centro mismo del universo.
Y cuando tenían hambre
robaban naranjas y mazorcas de maíz
y gallinas que luego cocinaban
entre risas.
Y cuando tenían sed
se engullían las esquinas y los ángulos
de aquellos cuerpos tersos, curvos,
frescos y llenos de agua
en improvisados y mínimos pozos de
piel.
Se amaban y eran jóvenes
y tenían un coche verde hierba
que los llevaría hasta la luna o Plutón o, incluso, más allá de la Vía Láctea
y también veían florecer los desiertos
y los días a su paso.
Él le decía siempre que era más bonita
que las estrellas
y ella contestaba que era
todo un poeta,
y ponían la radio del coche verde hierba
y hacían el amor sobre el capó
mientras sonaba una canción
y alrededor todo eran planetas
y silencio
y cálida brisa nocturna
y eternidad a plazos.
Nunca volvieron a ser tan felices,
ninguno de los dos,
cada uno por su lado,
como lo eran corriendo bajo los planetas y las estrellas
y el amor
en aquel coche verde hierba.
Y el recuerdo de aquellos días
felices les hacía llorar
de felicidad y tristeza
por la juventud y el amor perdidos.
Nada más.


Saludos. Jim.

5 comentarios:

TEMIS dijo...

Muy bonito,Jim, creo que todos, en algún momento, hemos tenido un coche color verde hierba. Pero yo me reafirmo siempre, para atrás, ni para tomar impulso.

Anónimo dijo...

Joder nene, que gran arte el tuyo. Secundo a Temis,,,MUY GONITO!
Saludos de Azra.

Jim Alegrías dijo...

Muito agradecido a las dos.

Azra: A mí los helados caseros me producen desconfianza. No me saben a nada.
Algo sin química y saborizantes industriales no puede ser bueno para un organismo acostumbrado a los E-545.

Saludos de Jim.

negrin dijo...

otro poema en una servilleta...

COIMBRA

El eco lejano de las voces
No rompe la quietud de la tarde
Y el protector vuelo de los pájaros
Nos permite
descansar acunados por el río
Más tarde, el río- señor de las calles-

Seguirá presente
entre el ruido de los coches y el bullicio de las tiendas

-¿Quieres, amor mío, escuchar un triste fado?

Absortos, vagaremos por estrechas y empinadas rúas
Hasta perdernos entre plazas
que se entregan a la noche


El porqué de las cosas no lo busques aquí
No intentes hallar aquí la solución a los males

-¿Quieres, amor mío, escuchar un triste fado?

Al cruzar el puente nos sentaremos
Lo más cerca del agua
Para juntar los labios

Pues la mansedumbre del río es lo único que perdura
Y su rumor, eterno, abarca toda la luz que tiene la memoria

Sólo así sonará la canción que anhelamos,
La canción por la que vinimos aquí.

Jim Alegrías dijo...

Ya veo que no soy el único que escribe poemas en servilletas...
Cojonudo, Negrín.