La pasión por el Cine, la débil frontera entre realidad y ficción, New York, el 11-S... un día de lluvia escribí sobre todo esto:
Kryptonita
Aún ayer New York era un improvisado jazz de razas, ventanas y grandes letreros luminosos. Todos mis taxistas se llamaban Travis y solamente viajaban de noche, para al final dejarte en mitad de ningún sitio. Tú no eras la mujer pantera ni yo el hombre que mató a Liberty Valance, pero te juro que hubo un momento en que pensé que no íbamos a salir nunca de aquella ciudad, y mirándote a los ojos me di cuenta de que ya no nos importaba a ninguno de los dos viajar siempre de aquí a la eternidad.
Y mientras Irene Dunne y Charles Boyer se citaban cerca de las nubes del Empire State, nosotros buscábamos tesoros por todo Central Park y, cogidos de la mano, naufragábamos sobre el quimérico islote de Bedloe, que todavía no había visto a Charlton Heston a caballo en la playa del fin del mundo.
A ti no te gustaba el MoMa ni a mí Wall Street, así que nos fuimos a un banco a ver como caía el sol en el fondo del Hudson. A nuestro lado estaba Diane Keaton, acompañada de un judío enclenque con gafas que no paraba de hablar de Dios y de sí mismo.
Te besé esa noche en Broadway, mientras Harpo nos servía la cena en su sombrero hongo y nos vaciaba los bolsillos para darle una propina a Chet Baker, que susurraba en su trompeta nueva todo lo que yo no te había sabido decir.
Y , después, yo, que había visto tantas veces a Ginger y Fred flotar por entre amplias avenidas y neones, amanecí contigo balilando sobre una barandilla del puente de Brooklyn, que todavía conservaba la huella de aquel Tarzán que acabó confundiendo hospitales con selvas de cartón piedra.
Pero aquella fue la mañana en la que Lex Luthor llenó de Kryptonita los bolsillos de Superman, que ya no pudo evitar que Harold Mosca se cayerá del reloj. King Kong había conseguido, al fin, la ansiada fórmula de la invisibilidad de Whale, y Frankie tosió dos veces en mitad de su New York, New York…
Intenté rebobinar, como Bill Murray en el día de la marmota, porque nadie se merece la realidad sin haberla podido ensayar antes, y no pude, pues me di cuenta de que nunca había sido Stalisnavsky… y así, New York se metió entre mis sueños y ahora ya no sé realmente si existe y si alguna vez estuve allí contigo o si fue todo una fugaz secuencia en Technicolor.
Por fin que me traje de vuelta el pijama a rayas que Rock Hudson vestía( porque Hudson vestía hasta los pijamas) en sus confidencias a medianoche y sé que los restos de carmín no son de Doris Day, sino tuyos.
THE END
Saludos de Jim.
Kryptonita
Aún ayer New York era un improvisado jazz de razas, ventanas y grandes letreros luminosos. Todos mis taxistas se llamaban Travis y solamente viajaban de noche, para al final dejarte en mitad de ningún sitio. Tú no eras la mujer pantera ni yo el hombre que mató a Liberty Valance, pero te juro que hubo un momento en que pensé que no íbamos a salir nunca de aquella ciudad, y mirándote a los ojos me di cuenta de que ya no nos importaba a ninguno de los dos viajar siempre de aquí a la eternidad.
Y mientras Irene Dunne y Charles Boyer se citaban cerca de las nubes del Empire State, nosotros buscábamos tesoros por todo Central Park y, cogidos de la mano, naufragábamos sobre el quimérico islote de Bedloe, que todavía no había visto a Charlton Heston a caballo en la playa del fin del mundo.
A ti no te gustaba el MoMa ni a mí Wall Street, así que nos fuimos a un banco a ver como caía el sol en el fondo del Hudson. A nuestro lado estaba Diane Keaton, acompañada de un judío enclenque con gafas que no paraba de hablar de Dios y de sí mismo.
Te besé esa noche en Broadway, mientras Harpo nos servía la cena en su sombrero hongo y nos vaciaba los bolsillos para darle una propina a Chet Baker, que susurraba en su trompeta nueva todo lo que yo no te había sabido decir.
Y , después, yo, que había visto tantas veces a Ginger y Fred flotar por entre amplias avenidas y neones, amanecí contigo balilando sobre una barandilla del puente de Brooklyn, que todavía conservaba la huella de aquel Tarzán que acabó confundiendo hospitales con selvas de cartón piedra.
Pero aquella fue la mañana en la que Lex Luthor llenó de Kryptonita los bolsillos de Superman, que ya no pudo evitar que Harold Mosca se cayerá del reloj. King Kong había conseguido, al fin, la ansiada fórmula de la invisibilidad de Whale, y Frankie tosió dos veces en mitad de su New York, New York…
Intenté rebobinar, como Bill Murray en el día de la marmota, porque nadie se merece la realidad sin haberla podido ensayar antes, y no pude, pues me di cuenta de que nunca había sido Stalisnavsky… y así, New York se metió entre mis sueños y ahora ya no sé realmente si existe y si alguna vez estuve allí contigo o si fue todo una fugaz secuencia en Technicolor.
Por fin que me traje de vuelta el pijama a rayas que Rock Hudson vestía( porque Hudson vestía hasta los pijamas) en sus confidencias a medianoche y sé que los restos de carmín no son de Doris Day, sino tuyos.
THE END
Saludos de Jim.
6 comentarios:
Qué poético y que lindo, pero ya no tienes que hacer por conquistar a una chica, así que podías vendérselo a algún solitario necesitado. Seguiré leyéndote, siempre que no hables de política, economía o guerras mundiales, para eso ya está la SER
Pues te lo vendo.
100 euritos.
¿ Hace?
Pinchas en hueso, yo soy pobre. Yo te lo pediría gratis sino me diera vergüenza presentarme con algo que no es mío. Soy tan borrego que no me sirve ni de fuente de inspiración. En fin, lo seguiré intentando
a los dieciocho años estuve en Cáceres de hippie.
interesante tu blog.
Muchas gracias, Martín.
Por cierto, ya nos contarás algún día qué tal te fue en Cáceres con lo de la comuna ésa.
Saludos de Jim.
Yo te lo compro por 25 leuris, te hace Señor Jim?
Muy original y sobre todo bonito para los amantes y no tan amantes del cine.
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