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domingo, 22 de febrero de 2009

LA CAMPAÑA DE MÁSMOVIL Y EL NIÑO CASTOR


Con la afirmación de que la publicidad es un persuasivo y obsceno arte estoy bastante de acuerdo. Y aunque la naturaleza esencial de la técnica publicitaria tiene básicamente como única finalidad el fomento del consumo(otorgando determinada notoriedad a productos y marcas) o la tarea de activar nuestra ansiedad por la apropiación y la acumulación material estimulando mediante las pertinentes estrategias de bombardeo publicitario nuestro potencial rol de consumidores urbanos y globales... entremedias se han confeccionado pequeños tesoros iconográficos y audiovisuales que han ido incorporándose paulatinamente al acervo de lo que hoy conocemos como cultura popular o pop.
Una forma más de creación.
La influencia en el ámbito social-cultural de la publicidad y en nuestro propio inconsciente personal y colectivo es brutal( sólo hay que pensar en el Papá Noel de la Coca-Cola, en el "busque, compare y si encuentra algo mejor cómprelo", "vuelve a casa por navidad" ... o en la asociación mental instantánea que llevamos a cabo entre unos determinados colores y las correspondientes empresas de telefonía móvil)
Vender y fidelizar una marca o producto en menos de 30 segundos no es fácil. Conseguir llegar al receptor en medio del maremágnum de anuncios publicitarios en el que se ha convertido ese escaparate de nuestro salón llamado televisión- y que se repita en la oficina, en el ascensor o colegio tu chascarrillo o eslogan- resulta cada vez más complicado, dado los cientos de creativos que optan al pódium, y también que nuestro umbral de receptividad y capacidad de asombro como telespectadores ya no es el de hace 30 años.
Todo esto viene a colación porque la verdad es que yo me he tragado festivales enteros de publicidad televisiva y he visto muchos, pero que muchos anuncios de diferentes países y tendencias publicitarias y pocas veces me he encontrado con algo tan deliberadamente estúpido y anticomercial como la actual campaña de la compañía de telefonía MÁSmovil, esa en que un tipo disfrazado de banquero o de empleado del Corte Inglés vomita en su cocina una densa papilla beige sobre una factura de una compañía telefónica.
Esta campaña no sólo es tosca, pedestre y grosera, sino que parece realizada por algún creativo bien remunerado de la competencia.
Y ustedes me dirán:
- Sí, Jim, pero se habla de ella, que es de lo que se trata...
Pues no, no sólo de trata de eso. Se trata de otorgar valor a la marca( notoriedad de marca), de potenciar positivamente la percepción que el consumidor pueda llegar a tener de ese producto en cuestión, de generar confianza y establecer una asociación lo más atractiva posible entre consumidor y producto.

La cuestión es que esta campaña de MÁSmovil parece la Anticampaña, pues con toda la gente con la que he tenido oportunidad de hablar, la percepción de la marca o producto MÁSmovil es de rechazo, de aprensión y reparo ante tamaño desaguisado que se han marcado en cuestión de imagen.
La asociación entre la compañía de móviles y el copioso vómito ocre del protagonista de su campaña creo que servirá para cualquier cosa menos para la función para la que iba destinada: la captación de nuevos clientes.

En las antípodas, y de una sencillez y eficacia apabullantes, está, por ejemplo, este NIÑO CASTOR:




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