Cuando hablamos de Flannery O´Connor, Eudora Welty, Faulkner, Capote, Carson mcCullers, etc... estamos hablando de literatura, de una localización geográfica muy concreta( el profundo Sur de los EEUU) y de un universo muy particular, característico y estanco por el que deambulan toda suerte de personajes en constante tensión, contradicción, sometimiento, conflicto y proceso de extrañamiento y búsqueda, casi siempre de hondo calado metafísico.
A esto determinados críticos lo han llamado Gótico Sureño o Literatura Sureña, a secas.
Leer un cuento de Flannery O´Connor o una novela de Faulkner es una experiencia telúrica, ambiental, cuajada de diferentes niveles de realidad.
Es literatura que suda. Con poros. Incómoda.
El conflicto racial, el puritanismo ególatra e hipócrita; las conveniencias sociales y la asfixia individual que comportan; esa violencia soterrada e " in crescendo" con que los personajes se relacionan, siempre a punto de implosionar y desbordarse por dentro... pero violencia contenida, por lo general, en el exterior: impostor disimulo que nos produce una tensión continua, una sensación de exasperante agobio, de amenaza que percibimos por la piel o el olfato pero que nunca llegamos a ver ni conocer del todo.
Eso se llama crear atmósfera.
Escriben los sureños sobre la represión religiosa y la hipocresía ética y moral , sobre las convenciones sociales como representaciones íntimas, contradictorias, complejas e inquietantes que bullen en el interior de los seres humanos, y que los lleva a actuar de una forma acorde con la presión social y cultural de su comunidad, convirtiendo así los prejuicios en algo razonable, la crueldad en algo asumible, la segregación en salvaguarda de identidad y prístina pureza.
Y así, como en la vida misma, la virtud no está siempre en dónde nos pensamos y creemos , ni en los corazones de aquéllos que sulen presumir siempre de ello. Esto es lo que parecen decir los personajes de Cullers u O´Connors, sometidos a la fanática dictadura de lo ambiental para así evitar juzgarse a sí mismos, impidiendo cualquier tipo de redención posible.
La virtud aquí es patrimonio único de los salvajes, de los inadaptados, de los indomables, que subvierten los malsanos valores comunes a riesgo del ostracismo o de acabar colgando de un árbol cercano al río, como ese extraño fruto al que todavía canta una de las grandes damas del jazz.
Leer " El Corazón es un Cazador solitario" , " El Negro Artificial y otros relatos" o " Las Palmeras salvajes" es una gran experiencia... asfixiante, lacerante, contradictoria, pero siempre trastornadora y nada complaciente, y eso ya es bastante hoy en nuestro día a día de felicidades cotidianas abonadas en confortables plazos y en ese narcotizante exilio en que los integristas de lo políticamente correcto nos han recluido.
Saludos de Jim.
A esto determinados críticos lo han llamado Gótico Sureño o Literatura Sureña, a secas.
Leer un cuento de Flannery O´Connor o una novela de Faulkner es una experiencia telúrica, ambiental, cuajada de diferentes niveles de realidad.
Es literatura que suda. Con poros. Incómoda.
El conflicto racial, el puritanismo ególatra e hipócrita; las conveniencias sociales y la asfixia individual que comportan; esa violencia soterrada e " in crescendo" con que los personajes se relacionan, siempre a punto de implosionar y desbordarse por dentro... pero violencia contenida, por lo general, en el exterior: impostor disimulo que nos produce una tensión continua, una sensación de exasperante agobio, de amenaza que percibimos por la piel o el olfato pero que nunca llegamos a ver ni conocer del todo.
Eso se llama crear atmósfera.
Escriben los sureños sobre la represión religiosa y la hipocresía ética y moral , sobre las convenciones sociales como representaciones íntimas, contradictorias, complejas e inquietantes que bullen en el interior de los seres humanos, y que los lleva a actuar de una forma acorde con la presión social y cultural de su comunidad, convirtiendo así los prejuicios en algo razonable, la crueldad en algo asumible, la segregación en salvaguarda de identidad y prístina pureza.
Y así, como en la vida misma, la virtud no está siempre en dónde nos pensamos y creemos , ni en los corazones de aquéllos que sulen presumir siempre de ello. Esto es lo que parecen decir los personajes de Cullers u O´Connors, sometidos a la fanática dictadura de lo ambiental para así evitar juzgarse a sí mismos, impidiendo cualquier tipo de redención posible.
La virtud aquí es patrimonio único de los salvajes, de los inadaptados, de los indomables, que subvierten los malsanos valores comunes a riesgo del ostracismo o de acabar colgando de un árbol cercano al río, como ese extraño fruto al que todavía canta una de las grandes damas del jazz.
Leer " El Corazón es un Cazador solitario" , " El Negro Artificial y otros relatos" o " Las Palmeras salvajes" es una gran experiencia... asfixiante, lacerante, contradictoria, pero siempre trastornadora y nada complaciente, y eso ya es bastante hoy en nuestro día a día de felicidades cotidianas abonadas en confortables plazos y en ese narcotizante exilio en que los integristas de lo políticamente correcto nos han recluido.
Saludos de Jim.
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